martes, 19 de octubre de 2010

La mentira de los noventa (II)

En un franco diálogo progre-a-progre entre Juan Di Natale (CQC, Rock and Pop) y Maxi Montenegro (ex Página/12, Crítica, columnista de Lanata) que escuché una vez en Day Tripper, después de un intercambio que incluyó los lugares comunes obligados de ese momento (se discutía la reestatización de las AFJP, o sea: fue hace un tiempo), Montenegro dijo, hablando no sé de qué, "la ficción del uno a uno". Ok, la frase viene así, en forma de recuerdo, pero Maxi no tiene la culpa, porque casi diría que se trata de una frase inatribuible (in Foucault we trust) a esta altura del partido. Parece que existe cierto consenso alrededor de eso: la ficción del uno a uno; el uno a uno fue una ficción, etc.
Enseguida la frase me hizo ruido. Digo, no era la primera vez que la escuchaba, pero ahí estaba con toda la parafernalia adecuada para hacerla entrar: un medio progre, dos periodistas progres que apoyan al gobierno, pero se burla (uno) y critica por corruptos (el otro) a sus allegados más impresentables (i.e., Moyano, Ulloa...), hablando de las AFJP, en fin, todo cierra.
¿Pero la "ficción del uno a uno"? ¿Qué quiere decir eso? ¿Que todos los nerds y skittles que me comí, digamos, entre 1997 y el 2001 eran de mentira? ¿Nunca llegaron a mi estómago? ¿No costaban un peso en el Blockbuster?
Primero me vinieron a la cabeza mis (muy) rudimentarios conocimientos de G. Frege y su filosofía del lenguaje (alguien tal vez pueda ayudar en esto). Para Frege, pionero en estos asuntos, los términos de ficción son aquellos acerca de los cuales no se puede decir que son verdaderos, ni falsos. Lo mismo puede decirse de las oraciones que incluyen este tipo de términos. Por ejemplo: "Papá Noel es gordo" no sería una oración ni verdadera ni falsa, porque Papá Noel no existe, por ende, no puede decirse nada acerca de él que sea mensurable en términos de verdad o falsedad. Bien. ¿Quiso decir Montenegro que el uno a uno no admite juicios de los que puedan decirse que son verdaderos o falsos? Por ejemplo: "el uno a uno fue la mejor política ecónomica de los últimos cien años", ¿no es ni verdadero ni falso, porque el uno a uno no existió? Me permito dudar de que haya querido decir esto (aunque no pongo en duda sus conocimientos de la filosofía analítica, que probablemente -no es complicado- superen los míos).
Descartado ese camino, empecé a pensar en algo que me dijo una vez Fermín Rodríguez (un profesor de teoría literaria cuyo libro sobre el desierto argentino debería estar en todas las bibliotecas de familia) acerca de "El muerto", un cuento de Borges que está en El Aleph. Es probable que conozcan el argumento: Otálora, un delincuente menor, escapa perseguido por la justicia y llega a cruzarse con Bandeira, el jefe de una banda de maleantes que lo toma como protegido porque, en un episodio violento, Otálora le salva la vida. A partir de ahí, Otálora va ascendiendo en las jerarquías hasta que pasa lo que suele pasar en estos casos: le pica el bicho de la traición. Entonces Otálora desea (y parece que consigue) a la mujer de Bandeira, su caballo, su mando sobre los hombres, etc. Pero de repente, Bandeira lo interrumpe en su gloria y le dice algo así como "Te dejé hacer todo esto porque ya te daba por muerto". Y ahí nomás, bang, bang, Otálora, estás liquidado. Pero si uno lee bien el cuento otra vez, va viendo que hay pequeñas pistas que nos dejan dar cuenta de que Bandeira se la veía venir, y que todo estaba preparado por él para que Otálora cayera (o no). Bueno, y acá está la cosa: yo alguna vez le dije a Fermín que así como el escritor montaba su ficción, Bandeira montaba su mentira para Otálora (el simulacro de que estaba siendo engañado). A lo que él (y con razón), me contestó: cuidado, porque parece que estás igualando ficción a mentira, cosa bastante complicada, sobre todo porque la ficción de Bandeira tiene efectos de realidad bien claros: Otálora se cree el más piola, actúa en consecuencia, lo matan.
¿A qué viene esto? A que mi profesor de teoría literaria tenía razón: la ficción produce efectos de realidad, y equipararla con la mentira, lisa y llanamente, no supone sino una estrechez de miras que impide ver el bosque, en este caso, hecho de viajes al exterior, azúcar importado, pero también de una oferta cultural que hasta entonces no habíamos conocido, y un largo etcétera, que el lector pondrá de un lado u otro de la balanza. El uno a uno será una ficción -entiendo que quiere decir que no respondía a una situación real monetaria-, pero no sé si lo es más que la inflación u otras leyes (como la de convertibilidad). En definitiva, y como dice Alain Badiou, será una ficción, pero la fuerza de lo real sólo transita por la forma de una ficción.
Mean Mr. Mustard me dijo que con esto sólo quería joder. Puede ser. Pero Montenegro, a la hora de elegir una palabra, elige "ficción". Es su elección, pero podría haber elegido otras palabras, es evidente: mentira-verso-engaño-ficción. Ésa es la cadena que arma. En todo caso, queda preguntarse por qué. ¿Será que una ficción es algo en lo que todos participamos voluntaria o involuntariamente, pero una mentira es lo que se come un boludo? ¿Qué culpas lava con la palabra "ficción"? Haber sido engañado denota boludez; participar de una ficción parece ineludible. Una ficción se urde mucho más sutilmente que un verso. Y, por supuesto, nos protege del mal mayor: aceptar que el uno a uno era una política monetaria que, como todas, provocaba ganadores y perdedores (entre estos últimos difícilmente estuvieran Montenegro o Di Natale), y hacernos cargo, en todo caso, de lo que nos toca. No debe ser difícil encontrar economistas serios (no los de UCEMA) que piensen que en algún momento el uno a uno fue una buena opción y que lo que estuvo mal fue salir como se salió, o salir tarde, o tener un déficit fiscal alto al mismo tiempo, o cosas del estilo que, de más está decir, me exceden.
Si me preguntan, la demonización de los noventa es el mayor logro del Grupo Clarín (principal beneficiario de la devaluación), que se hizo monopolio, ya lo sabemos todos, durante los noventa. No se me ocurren muchas más explicaciones, pero, de hecho, parece que ser menemista es peor que ser procesista.
Lo terrible es que los que peor se lo toman son los de la generación/extracto social más beneficiada por esos años de moneda apreciada. Una vez me puse una remera que decía Menem1995, original de campaña, que encontré revolviendo cajones en mi casa. Me pareció gracioso. Primero fui con unos amigos veinteañeros a un bar. Todos se ríeron. Después fui a una fiesta de un tipo que cumplía 40 años en una casa muy linda en Olivos. Había un proyector gigante en el jardín de la casa de dos pisos y garage, todos tomaban champagne y vino. Pero los treintañeros me increpaban con ganas, y costaba hacerles entender que podían tomárselo como un chiste y ya. Me cuesta entenderlo: la generación que se caga de risa con Bombita Rodríguez, la banalización más absoluta de muchachos de su edad que murieron torturados por un gobierno dictatorial, se ofende con una remera que dice Menem1995. Cuando me cansé de explicar que era un chiste, y por qué consideraba que el contexto era propicio para hacerlo (no voy a llevar esa remera a una marcha en Tartagal: no soy un cínico sin remedio), me di cuenta de dónde estaba el problema. Yo no lo voté (pero de verdad: no tenía edad para hacerlo), ellos probablemente sí. Yo no me compré guitarras importadas, ni armé mi discoteca, ni viajé solo por todo el mundo (de nuevo: no tenía edad para hacerlo). Ellos probablemente sí.
Uno, cuando me iba de esa fiesta, me dijo sobre la remera: "Si no es un chiste, te cago a trompadas". Qué tolerante. Igual, no me asusté. Primero, porque estaba un poco borracho; segundo, porque si su fuerza física era tanta como su honestidad intelectual y su altura moral, seguro lo trompeaba por afano.

10 comentarios:

  1. El post es el último párrafo, que es cuando dejás de lado Puan 480.

    De todas formas, la cuestión de fondo es interesante: las presidencias de Perón duraron lo mismo que los '90. Y sin duda tuvieron un rol "mítico", en sentido casi soreliano, en especial para los jóvenes setentistas que no las habían vivido. Habría que preguntarse en qué sentido es más una ficción una Argentina con la clase media viajando al exterior que una Argentina con la clase obrera entrando en la escena política.

    Ah, yo conozco a uno de la UCEMA, que no es ningún boludo. Y no hablo de Aimé.

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  2. Es una ficción lo mismo, Albin, ese es el tema. Aunque reniegues del academicismo, es lo que dice Badiou, al fin y al cabo.
    Con lo de UCEMA me atajo de probables críticas, razonables, porque los tipos tienen una actitud tan militante hacia el libre mercado y el menemismo en particular (casi todos, sino todos, fueron funcionarios de primera línea del gobierno de Menem)que les quita -de nuevo, creo que con razón- prestigio. Pero dudo de que otros economistas-intelectuales, como decía, estuvieran en contra en términos tan absolutos como se nos quiere hacer creer (se me ocurren algunos profesores de Udesa, Utdt, FCE).

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  3. Jajajaa ahora sabemos qué carajo fuiste a hacer después de ese recital. Ir vestido con esa remerita a una fiesta careta de olivos habla muy mal de vos. Y ya tuvimos la discusión sobre tu protección personal. Recordá de todas maneras que yo te regalé la autobiografía de CSM.
    Al ppio no sabía muy bien para dónde iba el artículo, pero a partir de la metáfora borgeana repuntó.
    Una última cosa, quizás lo que te haya pasado en esa fiesta tenga que ver con lo que a mi me hace más ruido del menemismo: cómo un tipo que hizo lo que el más golpista de los neoliberales hubiera deseado hacer, lo hizo paradojalmente con el aparato y el apoyo del peronismo detrás.

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  4. Ferdinando, no veo lo paradójico de ese fenómeno. No puede ser que se siga estableciendo un canon peronista solo a partir de un período de seis años de los tantos que el partido estuvo en el poder (el primer gobierno de Perón).

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  5. asumo que no te cagaron a trompadas porque no comparaste su fuerza fisica con su honestidad intelectual.... hubiese sido interesante que lo hicieras.
    a falta de verte, un placer leerte
    besos,
    ceci

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  6. *cuando se habla de "ficcion del 1 a 1" podemos discutir si es la mejor palabra o si seria preferible otra, pero está claro de qué estamos hablando: de un tipo de cambio que sin "ayuda" externa era imposible de sostener y que ademas era una bomba de tiempo que tarde o temprano iba a estallar. para mi esta claro que maxi montenegro se refiere a eso, y como bien dice la nota, es un modelo que dejo ganadores y perdedores. el objetivo inicial era terminar con la hiperinflación, cosa que se logró, pero el mecanismo elegido fue perverso porque se basó en la exclusión de los que "sobraban". seguramente maxi montenegro o di natale no estuvieron entre los perjudicados, pero eso no tiene nada que ver, porque la politica la podes pensar desde lo individual (si estoy bien voto al gobierno, si estoy mal voto a la oposición) o la podes pensar de forma colectiva (elijo a quien apoyar pensando en el beneficio de la mayoria), sino terminamos reduciendo la política a circunstacias personales y nos olvidamos de algo central que es la ideología.

    *sobre a la demonizacion de los noventa por parte de clarin, como bien dice la nota, clarin fue monopolio gracias a menem, que le permitio entrar a los medios audiovisuales. con lo cual, la ruptura menem-clarin no habla bien ni de uno ni del otro, sino que tiene que ver con un desgaste y con una necesidad de clarin de despegarse para poder fomentar la llegada de otros gobiernos que lo sigan beneficiando. cualquiera hacía antimenemismo en el 97 como cualquiera era antidictadura después de malvinas, pero para mi es obvio que clarin y menem se ayudaron mutuamente.

    *sobre eso de que "parece que ser menemista es peor que ser procesista", no podria decir que sea peor, siempre es peor el terrorismo de estado, pero para mi hay una continuidad historica entre la dictadura y el menemismo. la dictadura plantó las bases de un modelo social, economico y cultural que terminó de consolidar el menemismo en los 90. en lo economico un modelo de exclusión, de vaciamiento del estado, de apertura de los mercados, de desindustrialización, de deuda externa ilegítima, con un nexo en comun: Cavallo. y en lo social y cultural un modelo de desmovilización y de desprestigio de la política, eso de que es mejor no hacer política, que en realidad no es otra cosa que dejarle la politica a los actores sociales ocultos como las grandes empresas y factores de poder.

    *con respecto a bombita rodriguez, no coincido para nada en que sea una banalización de los torturados. hay que entender que es una parodia y una parodia nunca hay que "leerla" literalmente, porque cambia totalmente el significado. la gracia de la parodia es captar la ironía, es dar a entender "X" diciendo "Y". por ej, hay gente que "lee" literamente a micky vainilla, y bueno, si lo lees literalmente pensás que capusotto está a favor del nazismo, y la idea es todo lo contrario, es ver a micky vanilla y darte cuenta todos los "mickys vanillas" reales que hay dando vuelta por la sociedad, como eduardo feinmman, por ej, el primero que me viene a la cabeza.

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  7. Fernando, empiezo por el final (no sé si terminaré por el principio):

    - Estoy de acuerdo en que lo de Capusotto es una parodia. Entender de Micky Vainilla que Capusotto es nazi es, en efecto, una estupidez. Ahora bien, ¿cuál es el objeto o fenómeno parodiado en Bombita Rodríguez? Un modelo de cantante/artista comprometido que adhiere explícitamente a determinadas causas políticas de signo socialista y peronista. Hagamos un alto acá: lo primero cuestionable, es que Capussotto hace una ensalada importante (conciente, probablemente) con esas causas cuando Bombita grita por igual "EEERRRRRRRPPPP", al final de sus canciones, y pide en ellas el regreso de Perón. No es menor ni casual: la parodia opera, entre otras cosas, sin hacer distinciones demasiado sutiles; de lo contrario, no funciona. Que se entienda: yo también me río (mucho) con Bombita, pero lo parodiado me parece que es claro. A nosotros nos resulta gracioso por anacrónico, pero en algún momento hacer converger la popularidad masiva y una postura política revolucionaria fue una preocupación real de artistas (cantantes, escritores, cineastas) comprometidos con ciertas causas, y en general fueron los jóvenes los que adhirieron a esos movimientos (así se puede ver parcialmente, por ejemplo, el boom latinoamericano en literatura). Capusotto extrema las dos cosas (lo militante y lo popular), pero se está riendo de uan forma de entender la conexión arte-política y de unos sujetos muy particulares. Esto quedará para más adelante (me parece que da para otro texto, en cuyo caso espero también contar con tus opiniones).

    - De esto podemos pasar al tema del uno a uno. Yo no digo que no puedan criticar Di Natale y Montenegro un modelo que a ellos los benefició. Lo mismo para los que estaban en esa fiesta. Lo que digo es que la palabra ficción en un caso, y la violencia y la imposibilidad de reírse en el otro, son un claro síntoma. ¿De qué? Bueno, creo que de una falta de autocrítica o de cierta estrechez de mirs respecto a un hehco de política económica muy puntual. Difícilmente veas a un economista de UTDT o del CEDES tan abiertamente en contra, sin reparos, de la convertibilidad. Lo que a mí me sorprende, entonces, es que gente que se ríe de que parodien a alguien que en un momento hubiese sido seguido por militantes de izquierda, se escandalicen por una remera. Lo entiendo si se sienten culpables porque lo votaron y ahora creen que estuvo mal. Pero que hagan su mea culpa (en privado algunos, en público otros) y nos dejen tranquilos a los demás.

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  10. Está bien, el menemismo puede haber sido una continuación de la dictadura en muchas cosas. Pero para el caso, lo mismo se puede decir de algunas políticas económicas del alfonsinismo, y podría saltar un marxista duro y puro a explicarnos que siempre el estado brgués es la explotación de una clase por otra. De manera que conviene no perder de vista algunas cosas, como que es difícil equiparar a un gobierno reelecto con una dictadura.

    - Todo esto, creo, a partir del uso no inocente de una palabra, puede servirnos para etender las poíticas económicas como lo que son: hechos (¿ficciones?) con determinadas consecuencias sobre actores económicos. ¿O ahora resulta que a devaluación es una medida popular? Cómo va a serlo si es la medida con la que Clarín y otras grandes empresas licuaron sus pasivos en dólares, las corporaciones agrarias se llenaron de plata y los empresarios de la UIA se hicieron una segunda fortuna pagando salarios de miseria (y ahora piden una segunda devaluación porque se reacomodaron). A principios de siglo XX, los partidos de izquierda defendían la convertibilidad respecto del oro, y no porque quisieran seguir viajando al exterior (un argumento bastante idiota, este: la mayoría de los que lo hacían en los noventa siguen haciéndolo ahora), sino porque entendían que así se le bajaba el precio a ciertos productos que compraban, sobre todo, las clases bajas. De nuevo, no digo que la convertibilidad sea lo mejor del mundo (o sí, no sé), pero en todo caso, trato de entender por qué, de dónde viene ese rechazo tan fuerte que hace que ante la pregunta "quién arruinó el país", cierta gente conteste "Menem", antes que "Videla" (por decir algo). Esto me parece que es juzgar mal la historia (con todo lo que eso significa; i.e., leer mal los fenómenos actuales) y crear sujetos francament insoportables a la hora de hablar de política. Me gustaría que se reconcilien consigo mismos, hagan su mea culpa y todos felices. Montenegro en los 90 no criticaba la convertibilidad; criticaba la corrupción. No es lo mismo.

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