miércoles, 27 de octubre de 2010

Un muerto que habla con muertos

Cuando se muere un abuelo, un tío, un amigo, solemos decir que hay que recordarlo en sus mejores momentos. Seguro, ese abuelo/tío/amigo tenía sus cosas, sus defectos, sus miserias. Y con él tuvimos nuestros problemas. ¿Pero con quién no?
¿Se puede hacer lo mismo con una figura pública y, más aún, política? Y si se puede, ¿está bien hacerlo? No sé. Dicen que la mediatización de la política (y del mundo) nos vende una imagen cercana de esas figuras que en realidad no es tal. Puede ser. Pero hoy, feriado de censo, con aire de domingo o de primero de enero sin reuniones familiares, cuesta pensar que no es así. Cuesta sacarle al muerto lo que tenía de pariente lejano. En todo caso, y aunque la semana que viene ya me esté acordando de sus defectos y lo esté criticado, prefiero quedarme por unas horas (largas) con el mejor recuerdo y las mejores intenciones.





domingo, 24 de octubre de 2010

Kirchnerismo, fase superior del peronismo

Los que gusten de coleccionar momentos extraños de la política nacional deberían ir guardando los artículos de Página 12 de estos días. No tienen desperdicio. Para los que se conforman con ver más o menos cómo viene la cosa, pueden leer la contratapa de hoy de JP Feinmann (Il Boludo). Imperdibles los primeros dos párrafos en los que se pone setentista, pero setentista al revés, es decir: defensor de Perón, la Triple A y el orden institucional. Es así: los K, que forjaron su mito épico (falso, como todos los mitos; verdadero, como todas las épicas) en los derechos humanos y las causas a ex represores de la última dictadura, ahora se ponen la camiseta de la burocracia sindical y piden el desagravio para Lorenzo Miguel, Vandor y Pedraza. Las dos caras del peronismo en menos de ocho años. ¡Chapó!

jueves, 21 de octubre de 2010

El voto K

Lo que pasó con Mariano Ferreyra es terrible. Es una tragedia enorme y un síntoma de la locura de algunos sectores de la sociedad argentina.

Yo no creo que un hecho trágico, sin embargo, baste para caracterizar a todo un gobierno. Un poco distanciándome de lo que dice Gargarella (quien, sin embargo, afirma con verdad que en la muerte de Mariano está encerrada una parte nuclear de la Argentina), creo que un gobierno es responsable en el orden de lo jurídico pero no completamente caracterizable en el orden de lo político por las acciones de uno solo de los actores que lo componen. A pesar de todo, a quienes decidan votar K el año entrante, sepan que tienen que hacerse cargo de que también están votando esto. Están votando el progresismo cultural, están votando los juicios a ex represores, están votando las paritarias, están votando la Ley de Medios, pero también están votando esto: burócratas sindicales asesinando jóvenes de izquierda que salen a protestar.


Un par de señalamientos

Hoy en la Plaza de Mayo y todo el centro porteño pasaron dos cosas inusitadas:

1. por primera vez desde 1945 o antes se manifestó una enorme cantidad de obreros contra la Central Sindical
2. por primera vez en la historia, quizás, hubo una protesta tan grande contra un gobierno peronista

Mi conclusión (como diría Andrés Oppenheimer): tanto en la batalla ideológica, respecto de la autolegitimación como de izquierda, como en la batalla sindical, en la que la CTA lucha contra la burocracia sindical de la CGT, el gobierno perdió.

Se agrega a esto el fracaso en otra área conspicua: la de los derechos humanos: la policía dejó la escena deliberadamente justo antes de que apareciera la patota de Pedraza y disparara a sangre fría contra los militantes del PO. Aníbal Fernández consideró en el día de la fecha que contra las fuerzas policiales no tenía ningún reproche.

Tal como denuncia Correpi hoy:

Así como los empresarios usan la tercerización del trabajo para profundizar la explotación, el gobierno terceriza la represión, para hacerla más eficaz y con menos costo político que cuando directamente manda sus policías y gendarmes.

Desde 2003, hemos visto con frecuencia creciente cómo el gobierno peronista de los Kirchner delega la represión en patotas de la burocracia sindical para amedrentar a los trabajadores. Como con los docentes, los estudiantes, los trabajadores del subte, del hospital Francés y del Garrahan, por poner unos pocos ejemplos, esta modalidad represiva permite al gobierno “lavarse las manos”, porque no es el aparato represivo formal el que ataca a los trabajadores, y también sirve para deslegitimar las luchas, con el aporte de los medios que titulan “interna entre gremios”. Así, con la intervención mancomunada de las empresas, la burocracia sindical y el gobierno, siguen queriendo disciplinar a los trabajadores organizados.

Con el asesinato de Mariano, suman siete los muertos por la represión en marchas o manifestaciones durante el gobierno de los Kirchner. Mariano Ferreyra suma su nombre a la lista que se iniciara en Jujuy, durante una movilización contra la tortura, con Luis Cuéllar, en 2003, y que continuó con Carlos Fuentealba (docente, Neuquén, 2007); Juan Carlos Erazo (trabajador del ajo, Mendoza, 2008), Facundo Vargas (Talar de Pacheco, 2010), Nicolás Carrasco y Sergio Cárdenas (Bariloche, 2010), los tres últimos en manifestaciones contra el gatillo fácil policial.


PS: reconózcanme la originalidad de mencionar a Oppenheimer y Correpi en el mismo post.



martes, 19 de octubre de 2010

La mentira de los noventa (II)

En un franco diálogo progre-a-progre entre Juan Di Natale (CQC, Rock and Pop) y Maxi Montenegro (ex Página/12, Crítica, columnista de Lanata) que escuché una vez en Day Tripper, después de un intercambio que incluyó los lugares comunes obligados de ese momento (se discutía la reestatización de las AFJP, o sea: fue hace un tiempo), Montenegro dijo, hablando no sé de qué, "la ficción del uno a uno". Ok, la frase viene así, en forma de recuerdo, pero Maxi no tiene la culpa, porque casi diría que se trata de una frase inatribuible (in Foucault we trust) a esta altura del partido. Parece que existe cierto consenso alrededor de eso: la ficción del uno a uno; el uno a uno fue una ficción, etc.
Enseguida la frase me hizo ruido. Digo, no era la primera vez que la escuchaba, pero ahí estaba con toda la parafernalia adecuada para hacerla entrar: un medio progre, dos periodistas progres que apoyan al gobierno, pero se burla (uno) y critica por corruptos (el otro) a sus allegados más impresentables (i.e., Moyano, Ulloa...), hablando de las AFJP, en fin, todo cierra.
¿Pero la "ficción del uno a uno"? ¿Qué quiere decir eso? ¿Que todos los nerds y skittles que me comí, digamos, entre 1997 y el 2001 eran de mentira? ¿Nunca llegaron a mi estómago? ¿No costaban un peso en el Blockbuster?
Primero me vinieron a la cabeza mis (muy) rudimentarios conocimientos de G. Frege y su filosofía del lenguaje (alguien tal vez pueda ayudar en esto). Para Frege, pionero en estos asuntos, los términos de ficción son aquellos acerca de los cuales no se puede decir que son verdaderos, ni falsos. Lo mismo puede decirse de las oraciones que incluyen este tipo de términos. Por ejemplo: "Papá Noel es gordo" no sería una oración ni verdadera ni falsa, porque Papá Noel no existe, por ende, no puede decirse nada acerca de él que sea mensurable en términos de verdad o falsedad. Bien. ¿Quiso decir Montenegro que el uno a uno no admite juicios de los que puedan decirse que son verdaderos o falsos? Por ejemplo: "el uno a uno fue la mejor política ecónomica de los últimos cien años", ¿no es ni verdadero ni falso, porque el uno a uno no existió? Me permito dudar de que haya querido decir esto (aunque no pongo en duda sus conocimientos de la filosofía analítica, que probablemente -no es complicado- superen los míos).
Descartado ese camino, empecé a pensar en algo que me dijo una vez Fermín Rodríguez (un profesor de teoría literaria cuyo libro sobre el desierto argentino debería estar en todas las bibliotecas de familia) acerca de "El muerto", un cuento de Borges que está en El Aleph. Es probable que conozcan el argumento: Otálora, un delincuente menor, escapa perseguido por la justicia y llega a cruzarse con Bandeira, el jefe de una banda de maleantes que lo toma como protegido porque, en un episodio violento, Otálora le salva la vida. A partir de ahí, Otálora va ascendiendo en las jerarquías hasta que pasa lo que suele pasar en estos casos: le pica el bicho de la traición. Entonces Otálora desea (y parece que consigue) a la mujer de Bandeira, su caballo, su mando sobre los hombres, etc. Pero de repente, Bandeira lo interrumpe en su gloria y le dice algo así como "Te dejé hacer todo esto porque ya te daba por muerto". Y ahí nomás, bang, bang, Otálora, estás liquidado. Pero si uno lee bien el cuento otra vez, va viendo que hay pequeñas pistas que nos dejan dar cuenta de que Bandeira se la veía venir, y que todo estaba preparado por él para que Otálora cayera (o no). Bueno, y acá está la cosa: yo alguna vez le dije a Fermín que así como el escritor montaba su ficción, Bandeira montaba su mentira para Otálora (el simulacro de que estaba siendo engañado). A lo que él (y con razón), me contestó: cuidado, porque parece que estás igualando ficción a mentira, cosa bastante complicada, sobre todo porque la ficción de Bandeira tiene efectos de realidad bien claros: Otálora se cree el más piola, actúa en consecuencia, lo matan.
¿A qué viene esto? A que mi profesor de teoría literaria tenía razón: la ficción produce efectos de realidad, y equipararla con la mentira, lisa y llanamente, no supone sino una estrechez de miras que impide ver el bosque, en este caso, hecho de viajes al exterior, azúcar importado, pero también de una oferta cultural que hasta entonces no habíamos conocido, y un largo etcétera, que el lector pondrá de un lado u otro de la balanza. El uno a uno será una ficción -entiendo que quiere decir que no respondía a una situación real monetaria-, pero no sé si lo es más que la inflación u otras leyes (como la de convertibilidad). En definitiva, y como dice Alain Badiou, será una ficción, pero la fuerza de lo real sólo transita por la forma de una ficción.
Mean Mr. Mustard me dijo que con esto sólo quería joder. Puede ser. Pero Montenegro, a la hora de elegir una palabra, elige "ficción". Es su elección, pero podría haber elegido otras palabras, es evidente: mentira-verso-engaño-ficción. Ésa es la cadena que arma. En todo caso, queda preguntarse por qué. ¿Será que una ficción es algo en lo que todos participamos voluntaria o involuntariamente, pero una mentira es lo que se come un boludo? ¿Qué culpas lava con la palabra "ficción"? Haber sido engañado denota boludez; participar de una ficción parece ineludible. Una ficción se urde mucho más sutilmente que un verso. Y, por supuesto, nos protege del mal mayor: aceptar que el uno a uno era una política monetaria que, como todas, provocaba ganadores y perdedores (entre estos últimos difícilmente estuvieran Montenegro o Di Natale), y hacernos cargo, en todo caso, de lo que nos toca. No debe ser difícil encontrar economistas serios (no los de UCEMA) que piensen que en algún momento el uno a uno fue una buena opción y que lo que estuvo mal fue salir como se salió, o salir tarde, o tener un déficit fiscal alto al mismo tiempo, o cosas del estilo que, de más está decir, me exceden.
Si me preguntan, la demonización de los noventa es el mayor logro del Grupo Clarín (principal beneficiario de la devaluación), que se hizo monopolio, ya lo sabemos todos, durante los noventa. No se me ocurren muchas más explicaciones, pero, de hecho, parece que ser menemista es peor que ser procesista.
Lo terrible es que los que peor se lo toman son los de la generación/extracto social más beneficiada por esos años de moneda apreciada. Una vez me puse una remera que decía Menem1995, original de campaña, que encontré revolviendo cajones en mi casa. Me pareció gracioso. Primero fui con unos amigos veinteañeros a un bar. Todos se ríeron. Después fui a una fiesta de un tipo que cumplía 40 años en una casa muy linda en Olivos. Había un proyector gigante en el jardín de la casa de dos pisos y garage, todos tomaban champagne y vino. Pero los treintañeros me increpaban con ganas, y costaba hacerles entender que podían tomárselo como un chiste y ya. Me cuesta entenderlo: la generación que se caga de risa con Bombita Rodríguez, la banalización más absoluta de muchachos de su edad que murieron torturados por un gobierno dictatorial, se ofende con una remera que dice Menem1995. Cuando me cansé de explicar que era un chiste, y por qué consideraba que el contexto era propicio para hacerlo (no voy a llevar esa remera a una marcha en Tartagal: no soy un cínico sin remedio), me di cuenta de dónde estaba el problema. Yo no lo voté (pero de verdad: no tenía edad para hacerlo), ellos probablemente sí. Yo no me compré guitarras importadas, ni armé mi discoteca, ni viajé solo por todo el mundo (de nuevo: no tenía edad para hacerlo). Ellos probablemente sí.
Uno, cuando me iba de esa fiesta, me dijo sobre la remera: "Si no es un chiste, te cago a trompadas". Qué tolerante. Igual, no me asusté. Primero, porque estaba un poco borracho; segundo, porque si su fuerza física era tanta como su honestidad intelectual y su altura moral, seguro lo trompeaba por afano.

sábado, 16 de octubre de 2010

Plegarias atendidas

Se experimenta una de las mayores ignominias del menemismo al recordar

la promesa de María Julia de que el Riachuelo iba a estar limpio en 1000 días.

Tengo una pregunta, cortita y al pie:

¿Qué diferencia existe entre eso y el tren bala?

(Y la yapa, ya que estamos con los transportes: el boleto electrónico para trenes, subtes y colectivos.)

Lo estoy preguntando en serio, tan en serio como lo absurdo de la situación me lo permite.

Espero respuestas de quien quiera darlas pero, especialmente, de los partisanos kirchneristas.

martes, 12 de octubre de 2010

La mentira de los noventa (I)

En la última revista Noticias (tiene a Lanata en la tapa) hay una nota titulada "Más ganan, más critican" (no está en Internet, por ahora, o yo no la encontré) en la que se exponen los índices de rentabilidad de los "empresarios nacionales" y sus críticas al gobierno. La lista incluye más o menos a los de siempe (Jorge Brito, Paolo Rocca, etc.). ¿Los índices? Bastante bien: 45%, 40%, todos por ahí. O sea, invierto cien, me llevo ciento cuarenta y cinco: gané cuarenta y cinco. ¿Bastante bien? Más o menos. La UIA y cía. están críticos. Entre otras cosas (y acá coinciden con El Campo) piden que se ajuste el tipo de cambio -para arriba, obvio-.
La última vez que intercambié opiniones con un militante del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST, para los del palo; es el de Vilma Ripoll), el tipo me hizo una observación enfervorizada (como acostumbran): la devaluación, que a esta altura ya alcanzaba el 400% respecto de comienzos del 2002, sumada a la inflación (¡sí! ¡existe!), fenómeno que había que pensar en conjunto, según dijo, se estaba comiendo el sueldo de los trabajadores.
Si ser de izquierda o derecha depende de la posición relativa de los actores políticos en un determinado momento, me parece obvio qué significa -en política monetaria, al menos- ser de izquierda hoy.

domingo, 10 de octubre de 2010

Psicología de las masas y análisis del show

Hoy vi en un programa del Canal 26 una mesa de diálogo de la que participaba la madre de Diego Rodríguez. ¿Quién era Diego Rodriguez? Un modelo de 28 años que estaba llegando a la casa de su novia cuando un asaltante le dio un balazo en la cabeza, al resistirse a entregar la camioneta que conducía. La madre hablaba, convocaba a una marcha, llamaba a la solidaridad del pueblo argentino. En fin, con toda la razón de una madre a quien le han quitado un hijo, esta mujer levantaba las banderas de siempre. “Nos están matando”, “basta a la inseguridad”, etc.

Hace un par de semanas escribí una columnita que decía que la importancia de la inseguridad era la de ser un fenómeno revelador de los problemas estructurales que la fantasía kirchnerista del consumo muchas veces nos permite olvidar. Así es: para pensar los problemas de este país no se puede ni se debe negar la inseguridad. Sin embargo, la necesidad de hablar de la inseguridad no justifica el modo en que efectivamente se habla de ella. De hecho, me siento a escribir esto para decir todo lo contrario: creo que la forma en que los medios abordan la inseguridad es igualmente perjudicial para un pensamiento acerca de los problemas estructurales de la sociedad que la negación sistemática del problema por parte del gobierno.

Los medios abordan el tema de la inseguridad con una modalidad personalizante. No se habla de la inseguridad por las carencias que revela, sino por los efectos de los actos particulares. Con una visión que sólo entiende al fenómeno social como un agregado de fenómenos individuales, levantan un relato de la inseguridad que no reconoce las causas estructurales e históricas de la violencia social, sino que se limita a generar un espectáculo de tragedias familiares acumuladas. No hace falta entrar en la crítica más evidente de que sólo se visibilizan historias trágicas de sujetos hegemónicos (blancos, de clase media, trabajadores): basta con señalar que los medios no analizan el fenómeno de la inseguridad, sino que se encargan de que sus efectos angustiantes lleguen a todos los hogares. Con el ánimo de quien carga la pistola de otro, abordan el problema de la inseguridad difundiendo miles de historias de familias destrozadas. ¿Limitación del periodismo como modo de tratamiento de la información? Tal vez.

Al hablar sobre las políticas norteamericanas contra la amenaza terrorista, Judith Butler sostiene en su libro Vida precaria que el problema de la seguridad nos remite a una angustia fundamental de la condición humana: la fragilidad inherente a la vida humana compartida. Según nuestra amiga Judy, las políticas norteamericanas que se sostienen en la posibilidad de la amenaza terrorista fundan el empoderamiento arbitrario del Estado con un argumento político que apela a la vulnerabilidad latente de la condición humana. Y esto es algo que tenemos que rescatar en una sociedad como la argentina, atravesada por la violencia social y por el aumento de la criminalidad: sí, la inseguridad es un fenómeno de enorme importancia porque revela los problemas estructurales de la sociedad argentina; sí, la inseguridad es un grave problema y es un deber enfrentarlo; pero (y este “pero” es muy grande) no se pueden evitar todas las muertes. Siempre va a haber una madre llorando por su hijo asesinado en la calle, porque el conflicto y la tragedia son una parte fundamental de la condición humana. Si la muerte de Diego Rodríguez fuera el resultado del acto asesino de un psicótico, en vez de ser leído como un síntoma de una problemática social generalizada, ¿tenemos que suponer que la angustia de su madre sería menor?

Lo digo además porque incluso he llegado a escuchar que el problema de la inseguridad revela una falta estructural en las capacidades del Estado argentino, porque la función fundamental del Estado es la de proveer seguridad. Y este argumento es seguramente uno de los más perjudiciales que escuché en todo este tiempo. ¿Por qué? Porque se apela a Thomas Hobbes para pretender que no haya más madres angustiadas, cuando Hobbes fue uno de los primeros en entender que las madres siempre se van a angustiar. Como dice Schmitt, Hobbes es el padre del liberalismo por haber fundado la esfera intocable de la libertad de conciencia, esfera que el resto de la tradición liberal ampliaría con el pasar de los años. La importancia de Hobbes en el pensamiento político no es haber asociado al Estado con la vigilancia, sino precisamente haberse dado cuenta de que el poder político es limitado, de que no llega a todos lados, de que siempre algo queda por fuera de él.

En términos un poco más psicoanalíticos, el problema del tratamiento mediático de la inseguridad es que la presenta como un problema de garantías neuróticas. La eficacia del discurso sobre la inseguridad es que apela a la idea terriblemente angustiante de que en cualquier momento nos pasa a nosotros, y esta idea es nefasta justamente por ser cierta e inevitable, tanto en una sociedad desigual como en una sociedad con una matriz distributiva más justa. Lo perjudicial de este tratamiento personalizante del problema de la inseguridad es que traduce las tragedias individuales en causas para el cuestionamiento de la eficacia del poder político. Que se entienda: la inseguridad, como sostuve antes, es real y grave. El problema es que en vez de criticar al poder político por el fenómeno estructural que la inseguridad entraña, se pone en duda la legitimidad de la autoridad estatal a raíz de la angustia de una madre.

Puede pretenderse que el Estado sea estadísticamente el garante de la seguridad, pero no que sea haga cargo de la tragedia de cada madre. Pretender que así sea significa asignarle al Estado un rol imposible, y legitima al mismo tiempo una acusación sistemática al poder público que no contribuye al fortalecimiento de las instituciones y de la eficacia estatal, sino a la destrucción sistemática del consenso de un gobierno.

viernes, 8 de octubre de 2010

¿Monarquía paulamentaria?

Desde la Unidad Compleja proponemos a Mauricio Macri, que no va a ganar las presidenciales ni en pedo, que motorice un concierto gratuito de McCartney en la 9 de Julio y así pase de ser un chato Jefe de Gobierno a Rey Serenísimo de la Argentina, instituido por movilizaciones espontáneas e irrefrenables de las fuerzas vivas y el campo popular intergeneracional.

jueves, 7 de octubre de 2010

Los Feinmann

No sé otros, pero yo lo escuché varias veces: estarían el Feinmamnn "bueno" y el Feinamnn "malo".
Ya sabemos todos de lo que el Feinmann malo es capaz. Acá por ejemplo pueden ver cómo se peleó con Verón, armando, casi casi, un sketch de los Monty Phyton (la participación de Elio Rossi tampoco tiene desperdicio). Acá, en cambio, se extiende sin vergüenza sobre la educación pública y sus problemas.
Sus declaraciones (como esa vez que dijo, hablando de un delincuente muerto en un tiroteo: "Que Dios me perdones pero... uno menos") mueven alternativamente a la risa o al asco, o a la risa del asco, etcétera. Que el enano de barba candado puede causar risa, nadie lo duda. De que es asqueroso, tampoco.
Del Feinmann bueno, por ser, justamente, el bueno, uno esperaría más. Aunque también es cierto que ser mejor que el Feinmann malo no es tanto mérito. Como sea, y ya que estamos en un blog, vale empezar por acá: el Feinmann bueno dijo en una mesa de la Feria del Libro del 2008 -y la frase después se hizo más o menos famosa- que "cualquier boludo tiene un blog". En esa ocasión no dio nombres (probablemente porque nunca haya leído ninguno), no señaló a los cualesquiera boludos. Pero no deberíamos tomar el mensaje negativamente. Yo creo que el Feinmann bueno en eso fue bueno de verdad y nos estaba dando un mensaje de esperanza. No sólo cualquier boludo puede tener un blog (¿eso quién no lo sabe?). El Feinmann bueno redobla la apuesta, y si no mírenme a mí, parece decir: cualquier boludo puede escribir novelas, cualquier boludo puede ser guionista de cine, cualquier boludo puede tener un programa de filosofía en la tele, cualquier boludo puede escribir en la contratapa de un diario, y así sucesivamente para todos los méritos que el Feinmann bueno pueda endilgarse (no le cuesta mucho).
Lo raro es que de esto me acuerdo por un texto que Feinmann escribió -¡sí!- en un blog. En esta entrada del blog de Eterna Cadencia, la gente de la librería-editorial le pregunta, como suele hacer todas las semanas con otros autores, qué recomienda leer. La sección es agradable, los escritores (que ya fueron muchos y creo que todos mejores que el Feinmann bueno, por cierto) hacen sus recomendaciones y algún comentario elogioso sobre lo que recomiendan. Todo bien, entonces. Hay buena onda. Hasta que llega el Feinmamnn bueno, que no por bueno deja de parecer una tía solterona, vieja, gorda y, sobre todo, muy -pero muy- malcogida (y pido perdón por el lugar común sexista y falocéntrico). Qué dice el Feinamnn bueno, entonces, cuando le preguntan qué recomienda leer. El texto es cortito y no tiene desperdicio (lo pueden leer entero acá).
En realidad, no parece que el Feinmann bueno haya entendido del todo la consigna. La pregunta era "qué recomienda leer", Tía, no "por qué cree que usted es la persona más valiosa del mundo". Y dice "recomienda", no "ordena". Porque acá el Feinmann bueno ordena que hay que leer, como el Feinmamnn malo ordena desde su programa insignificante de cable que los estudiantes levanten las tomas de colegios, que los piqueteros vayan a trabajar y que los policías maten delincuentes.
Lo sorprendente es que el Feinmann bueno parece que se toma más en serio todavía que el Feinamnn malo. O se lee eso que él dice que hay que leer "o se está en el aire". Y después de ordenar leer a Grüner y a Buck-Morss (que yo, mucho más modestamente, sólo recomiendo), ordena leer... ¡su libro sobre el peronismo! Pero aclara: hay que leerlo en contexto, junto con el resto de su obra. O sea, no sólo hay que tragarse su versión del peronismo (que si es tan original como su lectura de Wall Street II, en la que concluye, después de varios párrafos, que Oliver Stone es un burgués capitalista -¡no! ¿posta?-), también hay que tragarse sus novelas, sus mamarrachos sobre Heidegger, en fin, hay que ponerse las pilas y empezar a leer, porque es prolífico el Feinmamnn bueno. Así que tiren a la basura los libros de Daniel James, Sidicaro, Juan Carlos Torre, Portantiero, Di Tella, Peter Waldmann, todas esas huevadas. Hay que leer, primero, el libro del peronismo del Feinamnn bueno.
¿El lector no sabe cuáles son las novelas de Feinmamnn? No importa. Él nos dice. Pero como encima no puede hablar bien de él sin hablar mal de los demás, aprovecha y le tira mierda a Fogwill y a Carlos Gamerro, que vaya uno a saber qué tienen que ver con qué. Ah, sí: pasa que el Feinmann bueno leyó una entrevista que le hicieron a Gamerro en "su" diario Página/12.
¿Y por qué le cae mal Gamerro? Porque una vez le preguntaron por la literatura argentina durante la dictadura y él tuvo el descaro de hablar de Respiración Artificial, de Piglia, y no de las geniales novelas del Feinamnn bueno: Ni el tiro del final (un policial zafable y punto, en el mejor de los casos) y Últimos días de la víctima (ésta me la debo, pero en cualquier momento la busco de saldo: los gustos hay que dárselos en vida).
¿Pero cómo? ¿Nunca escucharon hablar de esas novelas y sí de la de Piglia? ¡Y claro! ¡Es que sus novelas las borró del mapa el "sarlo-alfonsinismo". ¿¿El qué?? Eso, repite el Feinmann bueno: el sarlo-alfonsinismo. Escapa a mi capacidad de comprensión qué será eso. Pero el Feinmann bueno tiene pruebas de que sus novelas son buenas, casi tan buenas como él mismo. ¿Cuáles? Por ejemplo, Ni el tiro del final se hizo película con fondos de Columbia. Qué capo, el Feinmann bueno. Putea a la academia porque no lo lee y para demostrar que lo de él es bueno de verdad, recurre ¿a qué? Sí, a la academia, pero encima norteamericana (¿no eran lo peor de lo peor? Que alguien le avise que Sarlo -a quien supongo fundadora del sarloalfonsinismo- dio clases en varias universidades de Estados Unidos).
Además, aclara, sus novelas son buenas porque hablaban de lo que pasaba en ese momento, sin evasivas. Ok. Más allá de que sea o no un criterio válido éste para hablar de literatura en términos de calidad, hay que avisarle al Feinamnn bueno que Piglia y Sarlo hicieron su parte también durante la dictadura, por ejemplo, organizando grupos de estudio que leían los autores en los que abreva, por decir alguien, Susan Buck-Morss, a la que el Feinmann bueno recomienda treinta años después. De más está decir que eran talleres clandestinos, lecturas prohibidas... en fin.
Para terminar, el Feinmann bueno dice que tal vez lea alguna de las novelas Gamerro (yo le recomiendo, de nuevo modestamente, El secreto y las voces). Por qué no. El tipo es sólido teóricamente, aclara. Menos mal. Gamerro descansa tranquilo.
Me quedé pensando: cuán malo será el Feinmann malo para que el Feinmann al que le decimos "bueno" sea este tipo soberbio, mezquino, rencoroso y mala leche. No sé. El Feinmann malo por lo menos te hace reír a veces de lo bestia que es, éste ni siquiera. Igual, a lo mejor sigue siendo el Feinmann bueno. Eso sí. Lo que es seguro es el Feinmann boludo.

martes, 5 de octubre de 2010

Periodismo dependiente

Página/12 había titulado la nota sobre el fallo de la Corte de esta manera:


La Corte mantuvo la cautelar y frenó la Ley de Medios
En un fallo unánime, la Corte Suprema desestimó el recurso presentado por el Poder Ejecutivo y dejó firme la medida cautelar que frena el artículo 161 de la nueva ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. De esta manera, no entra a correr el plazo para que las empresas de medios se desprendan de las licencias que exceden lo permitido y se posterga el proceso de desconcentración buscado por la nueva norma. El juez que hizo lugar a la medida solicitada por el Grupo Clarín dispondrá ahora de dos años para resolver sobre el fondo de la cuestión.


Una vez que Néstor Kirchner habló en público y dio lugar a la nueva interpretación progobierno del fallo, la noticia cambió a lo siguiente:


La Corte ratificó la constitucionalidad y la vigencia de la Ley de Medios
En un fallo unánime, la Corte Suprema ratificó la “plena” vigencia de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y le pidió al juez federal Edmundo Carbone que defina con “celeridad” sobre la cuestión planteada por el Grupo Clarín acerca del plazo de aplicación del artículo 161, de desmonopolización, que determinó el recurso extraordinario presentado por el Poder Ejecutivo.


Esto lo pueden comprobar fácilmente entrando a la nota de Página/12 (http://www.pagina12.com.ar/diario/ultimas/20-154382-2010-10-05.html) y queriendo postearla en Facebook con la herramienta que aparece abajo para ello. Por algún misterio informático, así tienen acceso al titular y la bajada originales. Extraordinario.


Este es el periodismo de izquierda en la Argentina. Un periodismo que cambia sus noticias en 180º de acuerdo a cada una de las palabras de su referente político. Un periodismo que no tiene el menor empacho en reinterpretar la realidad, sea eso lo que sea, con un descaro dantesco, para acomodarse a sus conveniencias ideológicas.


Mientras este periódico paraestatal y medios estatales (678) defienden incondicionalmente a este gobierno, especialmente por su "política de derechos humanos", algunos pensadores y analistas políticos independientes, como Roberto Gargarella, se preguntan qué está pasando realmente hoy en día con los derechos humanos en la Argentina.


También, aunque usted no lo crea, todavía hay afortunadamente algunos organismos de derechos humanos que han decidido mantener distancia respecto del gobierno.


Recordemos: Julio López está desaparecido y la Presidenta ni siquiera pidió disculpas públicas, Luciano Arruga también, Fernando Carrera fue condenado a 30 años de prisión por una causa armada por la policía, hay un muerto cada 40 horas por abusos policiales.

lunes, 4 de octubre de 2010

Twitter y la militancia

Comparto nota publicada aquí. Algunos párrafos:

Como el historiador Robert Darnton ha escrito, “las maravillas de la tecnología de la comunicación en el presente han producido una falta conciencia sobre el pasado –incluso una sensación de que la comunicación no tiene historia, o nada de importancia digno de ser considerado antes de la era de la televisión e Internet”. Pero hay algo más aquí, en el desproporcionado entusiasmo por las redes sociales. Cincuenta años después de uno de los más extraordinarios episodios del levantamiento social en la historia de los Estados Unidos, parece que olvidamos lo que es el activismo.

(...)

El activismo que enfrenta al statu quo –que ataca problemas de raíces profundas– no es para flojos. El activismo de alto riesgo es un fenómeno de lazos fuertes.
(...)
El tipo de activismo asociado con las redes sociales no tiene nada que ver con esto. Las plataformas de las redes sociales se construyen alrededor de lazos débiles. Twitter es una forma de seguir (o ser seguido por) gente que uno probablemente jamás conoció. Facebook es una herramienta para organizar eficientemente a los conocidos, para estar al tanto de las vidas de gente que, de otra manera, uno no estaría en contacto. Por eso uno puede tener mil amigos en Facebook, cosa que nunca pasa en la vida real.

(...)

Las redes sociales hacen que sea más fácil para los activistas expresarse, y más difícil que esa expresión tenga un impacto. Los instrumentos de las redes sociales están muy bien preparados para hacer que el orden social existente sea más eficaz. No son un enemigo natural del statu quo.