domingo, 26 de diciembre de 2010

Castigo y perdón, recargado, o: Sensatez y sentimientos

Una de las consignas del campo de los derechos humanos en la Argentina es: “Juicio y castigo”. Se trata de una sentencia esencialmente miserable. Primero, porque asocia ilegítimamente dos términos que no tienen nada que ver. El sistema judicial establece culpabilidades y responsabilidades, no administra venganzas. Y la cárcel, dice nuestra constitución, no es para castigo de los reos, sino para seguridad, en dos sentidos: de la sociedad si el sujeto condenado es peligroso, y de él mismo, si en libertad está expuesto a linchamientos, crímenes de odio, etcétera. Solo en este último sentido es admisible que Videla esté preso (y tantos otros). Es evidente que él no representa un peligro para nadie. Se lo manda a la cárcel por otra clase de sentimientos. “Juicio y castigo” termina siendo una frase fatalmente verdadera. Sorprende la franqueza anticonstitucional de los organismos y los militantes de derechos humanos.

Por otro lado, aun cuando no existieran estos sentimientos de venganza y de castigo y efectivamente se mandara a Videla a prisión para su propia protección, flaco favor se le estaría haciendo: podemos imaginar el trato que se le dispensaría al dictador terrorista en una cárcel común. La mejor opción parece ser la del arresto domiciliario. Pero no: suele pedirse que alguien “se pudra en la cárcel” y cosas por el estilo, y la indignación ante la variable hogareña de la cárcel es moneda corriente. La diferencia entre exigir la reclusión perpetua y la pena de muerte es de grado, no de naturaleza. Quienes piensan que el Estado no tiene derecho a matar a nadie, forzosamente deben creer que tampoco tiene derecho a enajenar a nadie de su libertad.

Visto desde esta perspectiva, no hay razones para encerrar a Videla. Ni siquiera para ponerlo bajo arresto domiciliario, si de veras se cree en el precepto constitucional acerca de la finalidad del encarcelamiento. La idea misma de arresto domiciliario nace de ese precepto: un viejo o un enfermo no pueden ser, en general, peligrosos para nadie, y por eso no es necesario que estén en un cárcel común. Pero es una aplicación tibia del principio, y pervive en él la ley del talión. ¿Acaso será anticonstitucional que Videla esté preso? Se preguntará, entonces, qué se hace con él y con tantos otros terroristas, torturadores, etcétera. Solamente lo necesario para asegurar que no los maten a golpes por la calle.

Otro es el problema a la hora de lidiar con los criminales peligrosos. ¿Se justifica quitarle la libertad a alguien en beneficio del cuerpo social? Creo que no, pero ¿qué alternativas podemos pensar a la cárcel? La primera opción podría ser siempre la libertad condicional: el criminal debe ser seguido de cerca por un asistente social o algún funcionario de ese tipo. La reincidencia es obviamente más problemática. Idealmente: arresto domiciliario para quien persista en conductas criminales. Pero eso parece impracticable y, además, si, como es probable, el criminal vive en condiciones deplorables, un arresto domiciliario supone la legalización de tales condiciones. De manera que habría que asegurarle una vivienda digna al criminal antes de alojarlo definitivamente en ella y bajo estricta vigilancia. Pero no es difícil advertir lo injusto de que se les dé a delincuentes las soluciones habitacionales que no se les dan a otros miles de personas (inocentes, además, agregará alguno, en un gesto emparentado con esa oposición a la pena de muerte solo en términos de que es tan irreversible como falible es la jusiticia a la hora de declarar culpabilidades).

Queda para los creyentes la esperanza de que Videla sea efectivamente castigado en otros mundos (o perdonado: podemos asegurar que “Ni olvido ni perdón” también asocia dos ideas que no comparten nada en absoluto), y para los ateos la de que alguien burle el control oficial y logre poner una bomba en su departamento o al menos le rompa las piernas con un bate de béisbol.

Castigo y perdón

Se alegra la gente por la condena a Videla. Crueldad legitimada. No hace falta ser el papa, un gran rabino o un ayatollah para advertir que el sufrimiento con la desgracia ajena involucra una cierta cantidad de sadismo. El sistema jurídico-penal no está para administrar venganzas: está para pronunciarse acerca de responsabilidades. Ahora se comprueba la que tuvo Videla en el asesinato, la tortura y el secuestro de miles de personas: ¿es dicha condena un motivo de alegría? La ocasión encierra una paradoja: si se festeja la sentencia, se cree en el sistema judicial y se acepta que ella determina una culpabilidad, es decir, una comprobación: ¿se alegra entonces alguien de que se haya constatado el crimen más ignominioso de la historia del país? ¿Cómo un hecho motivado por la maldad más pura puede motivar algún festejo? Es como si el sistema judicial tuviera un solo objetivo: por la vía de la clarificación de un crimen, tornarlo de una tragedia a un triunfo. Si no hubiera habido golpe de Estado, no habría habido administración de justicia respecto de los responsables de los crimenes que se hubieran cometido en ese período y no habría habido hoy ninguna fiesta. Las celebraciones acerca del juicio son una especie de irresponsabilidad metafísica.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Y a veces lloro sin querer

¿Qué me hablan de la resurrección de la política y el regreso de los jóvenes a la cosa pública? Yo conocí una jovencita k de 18 años que mientras tomaba cocaína me explicaba que ella se había dado cuenta de que, en Argentina, para ser marxista, hay que ser peronista. Cuando la agregué al facebook vi que tenía un album de fotos agitando una bandera en un acto, con el Congreso de fondo. El album se llamaba "La gloriosa JP". Era del día de la sanción de la ley del matrimonio igualitario. Ok, me doy por vencido. La política volvió. Pero no me lo cuenten como si fuera algo bueno.
El otro día estaba en el auto escuchando el programa de la radio Metro de Sebastián Wainraich, que hasta hace poco era conductor de uno de los shows de propaganda de Gvirtz (TVR, ese en el que piensan que JP Feinmann es un tipo serio y hasta... ¡divertido!), y la invitada era la panelista de "Duro de Domar" (el duro que sí se dejó domar es Tognetti, en este caso) que hace de joven kirchenrista: Julia Mengolini. Está bien que le hayan dado ese papel en el casting; el physique du rôle le da perfecto: no es exageradamente linda ni exageradamente cheta, y pone un tonito cuando habla que parece que está diciendo verdades. Queda, queda, habrán dicho los productores. En la entrevista ella le decía a Wainraich: "Mi lado frívolo es que me gusta la pilcha, pero los peronistas no nos hacemos problema por eso, nos gusta vivir bien: al peronista le gusta tener su asadito los domingos, darse sus gustos...". Y remataba: "No somos culposos como los zurdos". Ok, se la agarró con los del PO. Con razón después los militantes de la facultad de Sociales se te tiran encima a matar cuando sugerís que tal vez Cristina no sea igual a Macri (igual incluso físicamente, digo, algo de lo que ellos están convencidos sinceramente). Pero lo mejor es que Julia hizo una conjunción ("¡una síntesis, una síntesis!", grita JP Feinmann y agita su manual de Hegel) entre el obrero feliz de fines de los cuarenta del peronismo y el fuego de las juventudes maravillosas de los setenta, porque ante un Wainraich que comentó que tenía en su infancia un póster de Alfonsín, ella lo apuró: "Pero si tenés un póster de Alfonsín hoy... ¡¡tenés un freezer en el pecho!!". Ok, guarda, Julia: no estás tan buena como para decir tantas boludeces juntas.
Debe haber pocas personas que tengan menos simpatía por Alfonsín que yo, salvo algún ex carapintada y alguien que perdió todo con la híper, pero ubicate, nena. También hubo un tiempo en que fue hermoso Alfonsín, como cantaba Charly en la primavera democrática, y la Franja Morada era progre, chicos con onda que le cantaban al regreso de la política y hablaban pestes de la corrupción. Alfonsín enjuició a los militares cuando todavía en vez de mearse encima ellos, se meaban encima los que los veían por la tele y en el juicio. (¿Te acordás? Lo debés haber visto en un documental de canal Encuentro). Y ahora ustedes repiten eso que dice Barone de que hablar de la corrupción es hacerle el juego a la derecha. Por lo menos el boludo de Lanata siempre hizo la medición semanal de los metros cuadrados que poseían los funcionarios en sus programas de televisión. Guarda, muchachada K, que ya lo dijo El General: del rídiculo no se vuelve.
Pero yo también vi la primavera de la democracia, la de los mozos ochentas, aunque haya nacido después de que Diego nos devolviera la dignidad nacional con los goles a los ingleses. Para verla me tomé la máquina del tiempo K, otro invento de este ánimo cultural juvenil: en Niceto, el boliche, reviven las fiestas de "Nave Jungla". Esas en las que alguna vez tocó Sumo, donde se hacían performances de inspiración "batatobereísta", y todo eso. ¿Nunca fueron a esas fiestas? Bueno: si lo que andan buscando ver es una mezcla entre pibes de veinte y tipos de cuarenta, bienvenidos al boliche por enanos con bandejas y mujeres obesas, para después observar en el escenario mujeres semidesnudas a las que les hacen bodypainting en vivo, con una performance de un linyera desnudo bailando, no dejen de ir.
Yo ahí pensé (después de que deseara la llegada de una inspección de sanidad moral): ¿eso fue antes de hoy la resurrección de la política? ¿El clima cultural de fiesta que recordamos ahora con nostalgia? Perdón, pero me quedo toda la vida con la poesía de los noventas.
Así que estaría bueno que los kirchneristas dejen de hablar tanto de la política y la cultura, y la cultura de la política, como si ellos, más que resucitarlas, las hubiesen inventado. Ojo que tal vez las movidas culturales más piolas se estén gestando en los talleres que organizan el PO y Correpi, o en los clubes de rugby, y no en La Trastienda, el ND Ateneo o las facultades humanísticas.
Y hablando de las facultades, habrán visto (o no, seguro que no: si hay algo que no le importa a nadie es la política universitaria) que los jóvenes K, "La Cámpora", "La Simón Bolívar" (falta "La Vandor" o "La Lorenzo Miguel", para terminar de tomar posición frente al asesinato de Ferreyra) avanzaron en casi todas las dependientes de la UBA. Ahí a los troskos los acusan de "gorilas". ¿Qué me cuentan? ¿Será cierto eso que me decía la joven merKera, mi querida adolescente dura de domar?

domingo, 28 de noviembre de 2010

Esto no es una actualización

Noticias, de Perfil, y La Nación Revista, de -claro- La Nación, le dedican algunas páginas cada una a entrevistar al personaje femenino de los últimos días: Graciela Camaño. "Desde el centro de la escena política, donde la puso el escándalo por el Presupuesto, Graciela Camaño observa el mapa peronista, llama a repensar un modelo sindical y habla de la ecuación amor y poder", dice La Nación Revista.
Sé que es un contrafáctico sin validez alguna, pero ahí va: ¿veríamos estas entrevistas si, digamos, Diana Conti le hubiese puesto un cachetazo a, digamos, Federico Pinedo? ¿No será mucho ya?

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Post post Paul, oh God!

Los cuatro miembros del blog fuimos a ver a McCartney hoy. Creo que hablo en nombre de todos si digo que fue un recital inmejorable, soñado. Los temas no los detallamos para no quemar a nadie que vaya el jueves. El sonido, alucinante: cada pulsación de cada cuerda era una onda que sacudía a todos y cada uno de los espectadores. Paul, quizás el mejor cancionista de la historia, es además un extraordinario showman.

Yo ya sabía, por mi parte, que sería este el concierto más importante de mi vida, pasada y futura. También sabía que, pasara lo que pasase, iba a pensar que fue el mejor. Lo cierto es que no me hace falta engañarme ni exagerar ningún atributo: fueron efectivamente las tres horas de música más extraordinarias que haya vivido.

Downside: de aquí en más, toda experiencia musical no podrá palidecer al menos un poco frente a la comparación, salvo que podamos volverlo a ver, quién sabe, en un futuro no tan lejano, en alguna tierra mientras más lejana mejor. Es decir, a partir de ahora, es cuesta abajo. La comparación es dura porque tiene dos caras: se piensa en la idea misma de verlo a McCartney y se recuerda la experiencia de un recital ejecutado a la perfección.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Taguieff sobre el antisionismo












A continuación, una entrevista al filósofo francés Pierre-André Taguieff (1946, París). Taguieff es investigador del Centre national de la recherche scientifique (cnrs) y miembro del think tank “Cercle de l’oratoire”, reducto liberal en la Francia antiamericanista de la época.

El conflicto israelí golpeó de cerca a la Argentina en oportunidad de los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA. Más allá de eso, pensar hoy acerca de Oriente Medio expone una de las grandes contradicciones del común de la izquierda, el neoperonismo progresista y el psicobolchevismo locales. Suele criticarse despiadadamente a Israel (entre algunos otros países, muy circunstancialmente). Esa crítica viene peligrosamente acompañada, en general, de apoyo explícito al régimen cubano y también, en general, al gobierno de Hugo Chávez. Con frecuencia, y esto es más alarmante por el vínculo directo con el caso israelí, se extiende la solidaridad con estados como el iraní, que hace no mucho ahorcó a dos jóvenes homosexuales y hasta hace poco planeaba lapidar a una mujer acusada de adulterio.

Luis D’Elía, paradigmáticamente, participó en conferencias negacionistas del Holocausto en ese país y volvió maravillado con la experiencia. Estela de Carlotto, en un gesto de infinito cinismo, salió a decir que la cubana Hilda Molina, víctima directa del régimen cubano, debería callarse la boca y "no hablar de temas políticos".

El enemigo común se enuncia a menudo como "el liberalismo", o "los liberales".

También se señala que Israel es un estado religioso y se hacen comparaciones con el Vaticano, pero se olvida mencionar que todos los estados árabes son musulmanes (y que, además, numerosos estados mundiales, como el argentino, son católicos o protestantes).

A la vez, la mayoría de estos militantes y simpatizantes expresan un gran compromiso con la lucha por los derechos humanos en la Argentina. Sobre todo, se protesta por los crímenes cometidos durante la dictadura y se lucha por su esclarecimiento y el juicio y el castigo a los culpables. El reclamo, justo, tiene sin embargo mucho de inactual: en el plano nacional, ¿cuántas de estas agrupaciones o meros entusiastas por la causa militan o al menos expresan alguna preocupación por el terrorismo de Estado solapado que existe en las penitenciarías y las comisarías argentinas (excepción: Correpi)?

En el plano internacional, parecen no moverles un pelo las violaciones de los derechos humanos que se cometen, por ejemplo, en Cuba e Irán (y otras tierras de integrismo islamista) a cada minuto, ni mencionan, por ejemplo, el genocidio que tiene lugar en Sudán, en general a manos de árabes contra africanos animistas o cristianos. ¿Es que acaso los derechos humanos no son tales, sino que son derechos argentinos, cubanos, iraníes, aplicables según el caso? Solo desde la comodidad de una (muy primitiva) democracia liberal como la Argentina es que se acomete el ataque antiliberal.

En pocas palabras: ¿cómo pueden tantos militantes ser antiliberales orgullosos y antividelistas orgullosos a la vez? El liberalismo político es la única doctrina que se preocupa por limitar los avances del Estado sobre los ciudadanos. Los derechos humanos son un invento del liberalismo y de la democracia, no de sus enemigos. La Argentina actual se parece, por fortuna, y después de terribles padecimientos, mucho más a Israel que a Irán, Cuba o Venezuela; de advertirlo, los antiliberales simularían poner el grito en el cielo, a la vez que, por lo bajo, agradecerían infinitamente por ello.


La razón de la batalla de Gaza

antisionismo radical y nueva judeofobia

Entrevista de Alexandra Rybinska a Pierre-André Taguieff para la edición del 10-11 de enero 2009 del diario polaco Rzeczpospolita (La República), de Varsovia (tiraje de 225.000 a 260.000 ejemplares)

Traducción del francés: Regina Martínez

Corrección: Gelly y Obes

La guerra entre Israel y Hamas sigue dando lugar a manifestaciones de simpatía hacia Palestina en todo el mundo. “Todos somos palestinos” parece ser el motto de muchos intelectuales de Occidente. ¿A qué se debe esta simpatía casi ciega?

Estas manifestaciones, a menudo violentas, son en primer lugar obra de barbudos y mujeres con velo —islamistas por consiguiente— acompañados por diversos elementos de la nueva extrema izquierda, antiimperialista y neotercermundista, cuyos dos enemigos absolutos son Estados Unidos e Israel. La tendencia dominante entre los intelectuales occidentales sigue siendo la preferencia por el extremismo: la radicalidad, ya sea comunista o islamista, continúa seduciéndolos.

¿Dónde están las voces de la razón? ¿Por qué el estado de Israel, a pesar de sus esfuerzos propagandísticos, no llega a conseguir un amplio soporte internacional, particularmente en los medios de comunicación extranjeros? Parece que incluso los intelectuales judíos, en el New York Times, prefieren no inclinarse demasiado a favor del Estado judío.

Israel ha gozado durante mucho tiempo de una corriente de simpatía. Pero ésta empezó a disiparse después de las masacres de Sabra y Chattila (verano de 1982), cometidas por las milicias cristianas libanesas, que percibían a los palestinos como invasores y saqueadores.
Sin embargo, merced a una propaganda bien orquestada, esas masacres fueron adjudicadas al general Sharon, criminalizado por todos los medios de comunicación. Hasta 2005, Israel apenas se preocupó por su imagen en el mundo, cuya degradación, sin embargo, fue puesta de manifiesto por todas las encuestas de opinión.

Después de Sharon, todas las tentativas israelíes para contrarrestar la propaganda propalestina han chocado contra un muro: el hábito ya había calado, los medios de comunicación se habían posicionado con el antisionismo, alimentado por la ideología victimista centrada en la figura del palestino inocente, el niño palestino, erigido en víctima por excelencia. Esta ideología ha sido hábilmente difundida a través de las redes palestinas en todo el mundo.

Muchos intelectuales judíos estadounidenses y europeos, afectados por la judeofobia reinante, intentan hacerse aceptar por un medio hostil tomando posiciones radicalmente antiisraelíes y antisionistas. De este modo se convierten en judíos no judíos, más tarde en alterjudíos, para acabar siendo judíos antijudíos. El caso patológico más evidente es el del intelectual norteamericano antisionista y pronegacionista [1] Noam Chomsky, aclamado por Osama Bin Laden y Hugo Chávez.

A veces parece incluso que Israel es el Estado más detestado en el mundo.

Israel es la encarnación de Occidente para los antioccidentales, del imperialismo para los antiimperialistas, del infiel para los islamistas, del racismo para los propalestinos. Sobre este país se acumulan los estereotipos negativos. Es percibido como el Estado que sobra, que debería desaparecer para que la humanidad quedara libre del Mal. Este trato, absolutamente demonizador, es exclusivo para Israel.

En Francia y en otros países se puede observar un odio particularmente virulento hacia el Estado de Israel entre los intelectuales de izquierda, desde la izquierda del caviar hasta los movimientos antiglobalización. ¿Es todavía efectiva la vieja propaganda antisionista de Rusia?

El origen del antisionismo radical, que se encarna en la forma contemporánea de judeofobia (o por emplear un término inadecuado, del “antisemitismo”), es, en efecto, el comunismo soviético, que desde 1948/1949 hasta principios de los años setenta difundió en todo el mundo la mayoría de los temas de acusación contra Israel, como “fascismo”, “imperialismo”, “racismo”, “colonialismo”, etcétera.

El antisionismo de origen estalinista se fusionó con el antisionismo árabe creado en los años cincuenta y sesenta por los refugiados nazis en El Cairo, principalmente por Johann von Leers, antiguo ayudante de Goebbels. Este antisionismo fue seguido por los medios occidentales tercermundistas en todas las variedades de la extrema izquierda, incluidos los trotskistas.
Y así seguimos: nada nuevo ha aparecido en el discurso antisionista radical.

Durante mucho tiempo la izquierda apoyó a Israel, debido en parte al Holocausto. Luego se produjo una posición esquizofrénica: la izquierda que condenaba los atentados terroristas perpetrados por los palestinos y, al mismo tiempo, apoyaba la causa palestina. Todo esto ha cambiado. ¿Puede afirmarse que la izquierda ha traicionado a los judíos?

La izquierda ya había abandonado a los judíos después de 1945, cuando sufrió la influencia del estalinismo. Después de la desaparición del imperio soviético, la izquierda ha incorporado nuevos pensadores, de los anarcotrostkistas al subcomandante Marcos, de Chomsky a José Bové. Los movimientos antiglobalización, llamados altermundialistas, han sustituido al “genial camarada Stalin” y al “gran líder Mao”. Diferentes combinaciones de posiciones anticapitalistas radicales, de antiamericanismo y antisionismo han aparecido entre los años 1990 y 2000. Una parte de la izquierda francesa, por ejemplo, la más comprometida con la antiglobalización, ha vuelto a sus posiciones anticapitalistas y antijudías anteriores al caso Dreyfus.

¿Cuál es el interés real que tiene actualmente la izquierda en apoyar la causa árabe?

En Europa, la izquierda y, sobre todo, la extrema izquierda, han emprendido una estrategia de conquista del electorado musulmán, una opción que conlleva mucha complacencia tanto con los islamistas radicales como con el terrorismo palestino, siempre con el pretexto de la “justa rebelión de los humillados”.

Tanto los dirigentes de la izquierda como los de la derecha creen poder de este modo evitar que Europa se convierta en blanco del terrorismo. Es una ilusión muy generalizada. Además, tanto la izquierda como la derecha están obsesionadas por la privación de petróleo. Este es el factor realista de su posición proárabe.

¿Por qué Occidente acusa a Israel de racismo y de imperialismo y no lo hace con China y Rusia, al menos en la misma medida?

Los países occidentales han decidido que pueden prescindir de Israel y saben que pueden condenarlo impunemente a cada paso: las capacidades de represalia del Estado judío son limitadas, mientras que necesitan comerciar con China y Rusia, grandes potencias con las que deben contar en el plano geopolítico en el espacio de las relaciones internacionales.

¿Puede decirse que estamos ante una nueva forma de antisemitismo mal disimulado bajo la máscara de una aversión hacia Israel? De ser así, ¿cuáles son las razones de este antisemitismo?

El término “antisemitismo” es incorrecto para designar el odio hacia los judíos ideológicamente organizado. Desde finales de los años ochenta he propuesto sustituir este término por el más apropiado de “judeofobia”. Como término genérico, yo califico de “judeofobia” el conjunto de formas históricas que ha tomado el odio hacia los judíos, y de manera más extensa, todas las pasiones, creencias y conductas antijudías cuyas manifestaciones fueron (y son) las violencias, físicas o simbólicas, padecidas por el pueblo judío.

Demasiado a menudo se olvida que la palabra “antisemita” es de cuño relativamente reciente, y que es debida a un autor antijudío y racista a la vez. Al forjar en 1879 el término “Antisemitismus”, el ideólogo racista de lengua alemana Wilhem Marr quiso distinguir con claridad su lucha contra los judíos del viejo antijudaísmo cristiano.

Ahora bien, este término está doblemente mal forjado. En primer lugar porque parece referirse tanto a los judíos como a los árabes, cuando en realidad sólo se aplica a los judíos en sus usos ideológico-políticos, y luego porque el uso racional y lógico del término “semita”, como denominación del enemigo colectivo que hay que combatir (“antisemita”), se refiere a las doctrinas raciales fundadas sobre la base de la oposición arios/semitas.

La judeofobia contemporánea no se vale de una doctrina racista, no apunta a “los semitas”, sino que apela al odio contra los judíos en nombre de “la lucha contra el racismo” y, por consiguiente, contra el sionismo asimilado a una forma de racismo. Conviene pues revisar los conceptos y redefinir los términos empleados.

Marek Halter me dijo que es menos vergonzoso detestar a los israelíes que odiar a los judíos, porque eso hace pensar menos en los campos de concentración. Pero se les odia de todos modos. Para él se trata del resultado de una ceguera ideológica de los biempensantes occidentales. ¿Está usted de acuerdo con esta afirmación?

Yo diría que no es en absoluto vergonzoso sino más bien glorioso odiar actualmente a los sionistas, un término polémico que abarca, de forma indiscriminada, a los israelíes, a los defensores de Israel (judíos o no) y a los propios judíos (salvo que éstos se afirmen a su vez como antisionistas).

El odio antisionista es un odio no sólo ideológicamente aceptable, sino altamente respetable y vivamente recomendado. Este es uno de los mecanismos que encontramos en lo “políticamente correcto” en todo el mundo.

Para muchos intelectuales apoyar a los palestinos contra Israel proviene de la obligación cristiana de tender la mano a los más débiles. En cualquier caso, eso es lo que dicen: “Los primeros serán los últimos” y viceversa. ¿Se trata de una creencia mendaz o de una actitud con un peso real en la tradición cristiana?

En un mundo moderno regido por la secularización no hay nada peor que la corrupción ideológica de elementos heredados del cristianismo. La propaganda palestina, por ejemplo, tiende a asimilar al pueblo palestino a la figura de Cristo poniendo por delante a los niños, “víctimas inocentes” por definición, que se erigen en “mártires”. Se trata de un cristianismo pervertido y politizado; una falsificación mediática del mandamiento de amor y caridad.

¿Acaso la mala conciencia de los antiguos colonizadores hacia los países árabes juega también un papel en este asunto?

Por supuesto. En un primer tiempo lo que primaba era el resentimiento de los excolonizadores, y de ahí las explosiones de xenofobia contra los inmigrantes en las naciones que fueron imperios. En segundo lugar vino la mala conciencia, de la mano del consenso supermoral que se constituyó en favor de la globalización de lo que yo llamaría la política (o mejor dicho, la impolítica) de los Derechos Humanos.

La ideología dominante en el plano mundial se basa en la culpabilidad del hombre blanco, de origen europeo y de cultura cristiana, acusado de todos los males de la modernidad (industrial, capitalista, imperialista, etcétera) de la que fue el inventor.

¿De qué forma converge este nuevo antisemitismo con el islamismo?

El llamamiento a la Jihad contra los judíos es la motivación central del islamismo radical. Es la demonización de los judíos lo que estructura la visión islamista del mundo. Basta con leer el opúsculo de Sayyid Qutb Nuestro combate contra los judíos, que apareció a principios de los años 1950, o la carta fundacional de Hamas (18 de agosto de 1988), y en particular su artículo 7.

Tomemos un ejemplo, el de la prédica pronunciada por el jeque Ibrahim Mudeiris el 13 de marzo de 2005 en la Gran Mezquita de Gaza (transmitida en directo por la televisión de la Autoridad Palestina), en la cual, después de recordar a sus fieles que “Israel es un cáncer” y que “los judíos son un virus” parecido al del sida, Mudeiris acababa lanzando esta profecía de exterminio inspirándose en el célebre hâdit de la roca y el árbol: “Vendrá el día en que todo será arrebatado a los judíos, incluso los árboles y las piedras que han sido sus víctimas. Cada árbol y cada piedra querrá que los musulmanes acaben con todos los judíos”.

¿Qué peligro conlleva esta convergencia?

El de movilizar al mundo musulmán contra Israel y justificar su exterminio, que es lo que constituye el programa común de la dictadura islamista iraní, de Hamas, de Hezbollá y de Al Qaeda.

Francia es uno de los países más críticos con Israel. ¿Por qué?

Hay que tener en cuenta tres factores. En primer lugar, una gran parte de las elites occidentales ha abrazado desde 1980 la visión de un nuevo futuro radiante: el de la sociedad postnacional o de la “democracia cosmopolita”, que conllevarían la desaparición progresiva de los Estados-nación, considerados como deplorables reliquias.

Así, Israel es un Estado-nación democrático, caracterizado por su democracia fuerte, que encarna la excepción molesta. Su misma existencia es percibida como un escándalo. De otra parte, Israel, gran potencia regional, está hermanada con Estados Unidos, la superpotencia mundial, y es objeto de una misma denuncia demonizadora en nombre del antiimperialismo. Y ya sabemos hasta qué punto el antiamericanismo está enraizado en Francia.

El populismo miserabilista dominante estimula el odio hacia el poder basándose en una amalgama polémica: poder = injusticia (¡como si los débiles fueran necesariamente justos!). Por último, las elites francesas han interiorizado la posición tomada por el general De Gaulle en noviembre de 1967, después de la Guerra de los Seis Días: un antiisraelismo virulento unido a un posicionamiento proárabe. Es la doctrina del Quai d’Orsay.

David Warszawski habla de que se ha observado en Francia la formación de una nueva coalición entre progresistas e islamistas. El conflicto israelopalestino ha pasado de ser percibido como la lucha entre dos puntos de vista, para los que hay que encontrar un compromiso, a ser considerado como la lucha entre el bien (la causa palestina) y el mal (la política imperialista de Israel). ¿Es así?

Esta visión maniquea va de par con la satanización de Israel. Desde finales de la década de 1990 se está formando un eje islamoizquiedista, que se evidencia de forma patente en las manifestaciones propalestinas y antisionistas que tienen lugar en Francia —pero también en Italia y en Gran Bretaña— desde el principio de la segunda Intifada (octubre de 2000).

¿De dónde procede la idea de que Israel es el mal personificado?

Procede de la larga historia de todas las formas que ha adoptado la judeofobia, pero, sobre todo, de las dos religiones hijas, que son el cristianismo y el Islam, enfrentadas a la religión madre del monoteísmo, que es el judaísmo. De ahí parte la herencia contemporánea de la construcción teologicorreligiosa que presenta al judío como “hijo de Satanás”, vástago o encarnación del diablo en la Historia.

La demonización y criminalización del pueblo judío han entrado en una nueva fase con el antisionismo radical. En este nuevo régimen de judeofobia, los judíos siguen siendo denunciados como “hijos del diablo”, aunque sus principales acusadores ya no se encuentran en el ámbito cristiano, sino que invocan al Islam, a la revolución mundial o a ambos a la vez.

La nueva sede de la judeofobia exterminadora es el Islam revolucionario o el islamismo radical, secundados por los neorrevolucionarios que, como enemigos declarados del Occidente judeocristiano o americanosionista, se han puesto de acuerdo con campo islamista o se han aliado al mismo.

El antisemitismo aumenta en Francia de forma general. Cada vez se producen más ataques contra los judíos de las grandes ciudades, perpetrados por jóvenes de los extrarradios. ¿Tiene esto que ver con la cuestión palestina o hay otras causas?

El posicionamiento propalestino es ciertamente el elemento que impulsa a pasar a los actos: los judeófobos violentos juegan a la intifada contra los judíos que encuentran en sus barrios. Pero hay que tener en cuenta también las motivaciones relacionadas con la falta de integración social y económica de los jóvenes procedentes de la inmigración magrebí o africana, que manifiestan su resentimiento o su envidia social atacando a los judíos o sus lugares simbólicos.

“Ellos lo tienen todo y nosotros nada”, “Ellos tienen el poder y el dinero”: en las entrevistas semidirectivas realizadas por sociólogos a jóvenes de los extrarradios surgen frases de este tipo una y otra vez para justificar el odio que sienten hacia los judíos, imaginados a la vez como ricos, poderosos, racistas y perversos (porque “matan a nuestros hermanos palestinos”).

¿En qué aspecto convergen los antisemitismos de izquierdas y de derechas?

La convergencia se da en un solo principio: inclinarse prudentemente ante la cantidad. Y la propaganda islamista explota el hecho de que en el mundo hay mil trescientos millones de musulmanes.

¿Cree que aunque Israel gane la guerra contra Hamás, saldrá perdedor porque será considerado como un Estado imperialista que ha aplastado a su pequeño vecino que luchaba por su independencia?

Esta es, efectivamente, la paradoja trágica que esta intervención militar, aunque justificada, corre el riesgo de ilustrar. Israel no podía permitir por más tiempo que se bombardeara a su población civil, pero al responder militarmente asume el riesgo de alimentar las pasiones antijudías en todo el mundo. Y eso es porque los medios de comunicación privilegian la emoción en detrimento del análisis frío. Muestran gustosamente imágenes de niños palestinos muertos, que provocan indignación o compasión, e incitan a la venganza ciega, olvidando la verdadera naturaleza de Hamás: una organización de fanáticos y criminales.

¿Cómo ve usted el futuro de Israel y de la cuestión judía? ¿Hay alguna posibilidad de paz para Oriente Próximo?

El camino de la paz en Oriente Próximo es actualmente el más estrecho. No sólo es improbable sino difícilmente concebible a tenor de las previsiones planteadas por la situación presente. La islamización de la causa palestina no puede sino extenderse y radicalizarse.

El rechazo árabe al reconocimiento del derecho a la existencia de Israel sigue presente, con algunas excepciones (que se corre el peligro de que sean provisionales) como el Egipto de Mubarak. Pero en la Historia también se dan los milagros y pueden producirse acontecimientos considerados poco probables.

¿Puede cambiar la actitud hacia Israel? Y de ser así, ¿de qué forma?

Únicamente una toma de conciencia de la amenaza islamista, como amenaza mundial, puede conducir a una desdemonización de Israel. Los israelíes son la avanzada del combate contra el verdadero fascismo de nuestro tiempo: el islamismo radical o jihadista.

Los nuevos enemigos de los judíos son también los enemigos de la libertad y del régimen que la encarna, la democracia liberal y pluralista, esa valiosa invención de Occidente.

Esos a los que Norman Podhoretz llama “islamofascistas” no quieren saber nada de democracia. Esos responsables de la Cuarta Guerra Mundial [2] son los que han lanzado la jihad mundial contra los partidarios de la libertad y al mismo tiempo contra los judeocruzados. Defender la libertad es hoy combatir por todos los medios el campo islamorrevolucionario en Oriente Próximo y en Europa, en Asia y en África. Contra los talibanes y Al Qaeda en Afganistán, contra la dictadura islamista iraní y el Hezbollá libanés o contra Hamás y la jihad islámica en la franja de Gaza, el combate es el mismo.

[1] El negacionismo es una corriente que consiste en negar la existencia del Holocausto. (N. de la T.)

[2] La Cuarta Guerra Mundial, un documental dirigido por Rick Rowley. En Wikipedia se da una buena definición de este término. (N. de la T.)

miércoles, 27 de octubre de 2010

Un muerto que habla con muertos

Cuando se muere un abuelo, un tío, un amigo, solemos decir que hay que recordarlo en sus mejores momentos. Seguro, ese abuelo/tío/amigo tenía sus cosas, sus defectos, sus miserias. Y con él tuvimos nuestros problemas. ¿Pero con quién no?
¿Se puede hacer lo mismo con una figura pública y, más aún, política? Y si se puede, ¿está bien hacerlo? No sé. Dicen que la mediatización de la política (y del mundo) nos vende una imagen cercana de esas figuras que en realidad no es tal. Puede ser. Pero hoy, feriado de censo, con aire de domingo o de primero de enero sin reuniones familiares, cuesta pensar que no es así. Cuesta sacarle al muerto lo que tenía de pariente lejano. En todo caso, y aunque la semana que viene ya me esté acordando de sus defectos y lo esté criticado, prefiero quedarme por unas horas (largas) con el mejor recuerdo y las mejores intenciones.





domingo, 24 de octubre de 2010

Kirchnerismo, fase superior del peronismo

Los que gusten de coleccionar momentos extraños de la política nacional deberían ir guardando los artículos de Página 12 de estos días. No tienen desperdicio. Para los que se conforman con ver más o menos cómo viene la cosa, pueden leer la contratapa de hoy de JP Feinmann (Il Boludo). Imperdibles los primeros dos párrafos en los que se pone setentista, pero setentista al revés, es decir: defensor de Perón, la Triple A y el orden institucional. Es así: los K, que forjaron su mito épico (falso, como todos los mitos; verdadero, como todas las épicas) en los derechos humanos y las causas a ex represores de la última dictadura, ahora se ponen la camiseta de la burocracia sindical y piden el desagravio para Lorenzo Miguel, Vandor y Pedraza. Las dos caras del peronismo en menos de ocho años. ¡Chapó!

jueves, 21 de octubre de 2010

El voto K

Lo que pasó con Mariano Ferreyra es terrible. Es una tragedia enorme y un síntoma de la locura de algunos sectores de la sociedad argentina.

Yo no creo que un hecho trágico, sin embargo, baste para caracterizar a todo un gobierno. Un poco distanciándome de lo que dice Gargarella (quien, sin embargo, afirma con verdad que en la muerte de Mariano está encerrada una parte nuclear de la Argentina), creo que un gobierno es responsable en el orden de lo jurídico pero no completamente caracterizable en el orden de lo político por las acciones de uno solo de los actores que lo componen. A pesar de todo, a quienes decidan votar K el año entrante, sepan que tienen que hacerse cargo de que también están votando esto. Están votando el progresismo cultural, están votando los juicios a ex represores, están votando las paritarias, están votando la Ley de Medios, pero también están votando esto: burócratas sindicales asesinando jóvenes de izquierda que salen a protestar.


Un par de señalamientos

Hoy en la Plaza de Mayo y todo el centro porteño pasaron dos cosas inusitadas:

1. por primera vez desde 1945 o antes se manifestó una enorme cantidad de obreros contra la Central Sindical
2. por primera vez en la historia, quizás, hubo una protesta tan grande contra un gobierno peronista

Mi conclusión (como diría Andrés Oppenheimer): tanto en la batalla ideológica, respecto de la autolegitimación como de izquierda, como en la batalla sindical, en la que la CTA lucha contra la burocracia sindical de la CGT, el gobierno perdió.

Se agrega a esto el fracaso en otra área conspicua: la de los derechos humanos: la policía dejó la escena deliberadamente justo antes de que apareciera la patota de Pedraza y disparara a sangre fría contra los militantes del PO. Aníbal Fernández consideró en el día de la fecha que contra las fuerzas policiales no tenía ningún reproche.

Tal como denuncia Correpi hoy:

Así como los empresarios usan la tercerización del trabajo para profundizar la explotación, el gobierno terceriza la represión, para hacerla más eficaz y con menos costo político que cuando directamente manda sus policías y gendarmes.

Desde 2003, hemos visto con frecuencia creciente cómo el gobierno peronista de los Kirchner delega la represión en patotas de la burocracia sindical para amedrentar a los trabajadores. Como con los docentes, los estudiantes, los trabajadores del subte, del hospital Francés y del Garrahan, por poner unos pocos ejemplos, esta modalidad represiva permite al gobierno “lavarse las manos”, porque no es el aparato represivo formal el que ataca a los trabajadores, y también sirve para deslegitimar las luchas, con el aporte de los medios que titulan “interna entre gremios”. Así, con la intervención mancomunada de las empresas, la burocracia sindical y el gobierno, siguen queriendo disciplinar a los trabajadores organizados.

Con el asesinato de Mariano, suman siete los muertos por la represión en marchas o manifestaciones durante el gobierno de los Kirchner. Mariano Ferreyra suma su nombre a la lista que se iniciara en Jujuy, durante una movilización contra la tortura, con Luis Cuéllar, en 2003, y que continuó con Carlos Fuentealba (docente, Neuquén, 2007); Juan Carlos Erazo (trabajador del ajo, Mendoza, 2008), Facundo Vargas (Talar de Pacheco, 2010), Nicolás Carrasco y Sergio Cárdenas (Bariloche, 2010), los tres últimos en manifestaciones contra el gatillo fácil policial.


PS: reconózcanme la originalidad de mencionar a Oppenheimer y Correpi en el mismo post.



martes, 19 de octubre de 2010

La mentira de los noventa (II)

En un franco diálogo progre-a-progre entre Juan Di Natale (CQC, Rock and Pop) y Maxi Montenegro (ex Página/12, Crítica, columnista de Lanata) que escuché una vez en Day Tripper, después de un intercambio que incluyó los lugares comunes obligados de ese momento (se discutía la reestatización de las AFJP, o sea: fue hace un tiempo), Montenegro dijo, hablando no sé de qué, "la ficción del uno a uno". Ok, la frase viene así, en forma de recuerdo, pero Maxi no tiene la culpa, porque casi diría que se trata de una frase inatribuible (in Foucault we trust) a esta altura del partido. Parece que existe cierto consenso alrededor de eso: la ficción del uno a uno; el uno a uno fue una ficción, etc.
Enseguida la frase me hizo ruido. Digo, no era la primera vez que la escuchaba, pero ahí estaba con toda la parafernalia adecuada para hacerla entrar: un medio progre, dos periodistas progres que apoyan al gobierno, pero se burla (uno) y critica por corruptos (el otro) a sus allegados más impresentables (i.e., Moyano, Ulloa...), hablando de las AFJP, en fin, todo cierra.
¿Pero la "ficción del uno a uno"? ¿Qué quiere decir eso? ¿Que todos los nerds y skittles que me comí, digamos, entre 1997 y el 2001 eran de mentira? ¿Nunca llegaron a mi estómago? ¿No costaban un peso en el Blockbuster?
Primero me vinieron a la cabeza mis (muy) rudimentarios conocimientos de G. Frege y su filosofía del lenguaje (alguien tal vez pueda ayudar en esto). Para Frege, pionero en estos asuntos, los términos de ficción son aquellos acerca de los cuales no se puede decir que son verdaderos, ni falsos. Lo mismo puede decirse de las oraciones que incluyen este tipo de términos. Por ejemplo: "Papá Noel es gordo" no sería una oración ni verdadera ni falsa, porque Papá Noel no existe, por ende, no puede decirse nada acerca de él que sea mensurable en términos de verdad o falsedad. Bien. ¿Quiso decir Montenegro que el uno a uno no admite juicios de los que puedan decirse que son verdaderos o falsos? Por ejemplo: "el uno a uno fue la mejor política ecónomica de los últimos cien años", ¿no es ni verdadero ni falso, porque el uno a uno no existió? Me permito dudar de que haya querido decir esto (aunque no pongo en duda sus conocimientos de la filosofía analítica, que probablemente -no es complicado- superen los míos).
Descartado ese camino, empecé a pensar en algo que me dijo una vez Fermín Rodríguez (un profesor de teoría literaria cuyo libro sobre el desierto argentino debería estar en todas las bibliotecas de familia) acerca de "El muerto", un cuento de Borges que está en El Aleph. Es probable que conozcan el argumento: Otálora, un delincuente menor, escapa perseguido por la justicia y llega a cruzarse con Bandeira, el jefe de una banda de maleantes que lo toma como protegido porque, en un episodio violento, Otálora le salva la vida. A partir de ahí, Otálora va ascendiendo en las jerarquías hasta que pasa lo que suele pasar en estos casos: le pica el bicho de la traición. Entonces Otálora desea (y parece que consigue) a la mujer de Bandeira, su caballo, su mando sobre los hombres, etc. Pero de repente, Bandeira lo interrumpe en su gloria y le dice algo así como "Te dejé hacer todo esto porque ya te daba por muerto". Y ahí nomás, bang, bang, Otálora, estás liquidado. Pero si uno lee bien el cuento otra vez, va viendo que hay pequeñas pistas que nos dejan dar cuenta de que Bandeira se la veía venir, y que todo estaba preparado por él para que Otálora cayera (o no). Bueno, y acá está la cosa: yo alguna vez le dije a Fermín que así como el escritor montaba su ficción, Bandeira montaba su mentira para Otálora (el simulacro de que estaba siendo engañado). A lo que él (y con razón), me contestó: cuidado, porque parece que estás igualando ficción a mentira, cosa bastante complicada, sobre todo porque la ficción de Bandeira tiene efectos de realidad bien claros: Otálora se cree el más piola, actúa en consecuencia, lo matan.
¿A qué viene esto? A que mi profesor de teoría literaria tenía razón: la ficción produce efectos de realidad, y equipararla con la mentira, lisa y llanamente, no supone sino una estrechez de miras que impide ver el bosque, en este caso, hecho de viajes al exterior, azúcar importado, pero también de una oferta cultural que hasta entonces no habíamos conocido, y un largo etcétera, que el lector pondrá de un lado u otro de la balanza. El uno a uno será una ficción -entiendo que quiere decir que no respondía a una situación real monetaria-, pero no sé si lo es más que la inflación u otras leyes (como la de convertibilidad). En definitiva, y como dice Alain Badiou, será una ficción, pero la fuerza de lo real sólo transita por la forma de una ficción.
Mean Mr. Mustard me dijo que con esto sólo quería joder. Puede ser. Pero Montenegro, a la hora de elegir una palabra, elige "ficción". Es su elección, pero podría haber elegido otras palabras, es evidente: mentira-verso-engaño-ficción. Ésa es la cadena que arma. En todo caso, queda preguntarse por qué. ¿Será que una ficción es algo en lo que todos participamos voluntaria o involuntariamente, pero una mentira es lo que se come un boludo? ¿Qué culpas lava con la palabra "ficción"? Haber sido engañado denota boludez; participar de una ficción parece ineludible. Una ficción se urde mucho más sutilmente que un verso. Y, por supuesto, nos protege del mal mayor: aceptar que el uno a uno era una política monetaria que, como todas, provocaba ganadores y perdedores (entre estos últimos difícilmente estuvieran Montenegro o Di Natale), y hacernos cargo, en todo caso, de lo que nos toca. No debe ser difícil encontrar economistas serios (no los de UCEMA) que piensen que en algún momento el uno a uno fue una buena opción y que lo que estuvo mal fue salir como se salió, o salir tarde, o tener un déficit fiscal alto al mismo tiempo, o cosas del estilo que, de más está decir, me exceden.
Si me preguntan, la demonización de los noventa es el mayor logro del Grupo Clarín (principal beneficiario de la devaluación), que se hizo monopolio, ya lo sabemos todos, durante los noventa. No se me ocurren muchas más explicaciones, pero, de hecho, parece que ser menemista es peor que ser procesista.
Lo terrible es que los que peor se lo toman son los de la generación/extracto social más beneficiada por esos años de moneda apreciada. Una vez me puse una remera que decía Menem1995, original de campaña, que encontré revolviendo cajones en mi casa. Me pareció gracioso. Primero fui con unos amigos veinteañeros a un bar. Todos se ríeron. Después fui a una fiesta de un tipo que cumplía 40 años en una casa muy linda en Olivos. Había un proyector gigante en el jardín de la casa de dos pisos y garage, todos tomaban champagne y vino. Pero los treintañeros me increpaban con ganas, y costaba hacerles entender que podían tomárselo como un chiste y ya. Me cuesta entenderlo: la generación que se caga de risa con Bombita Rodríguez, la banalización más absoluta de muchachos de su edad que murieron torturados por un gobierno dictatorial, se ofende con una remera que dice Menem1995. Cuando me cansé de explicar que era un chiste, y por qué consideraba que el contexto era propicio para hacerlo (no voy a llevar esa remera a una marcha en Tartagal: no soy un cínico sin remedio), me di cuenta de dónde estaba el problema. Yo no lo voté (pero de verdad: no tenía edad para hacerlo), ellos probablemente sí. Yo no me compré guitarras importadas, ni armé mi discoteca, ni viajé solo por todo el mundo (de nuevo: no tenía edad para hacerlo). Ellos probablemente sí.
Uno, cuando me iba de esa fiesta, me dijo sobre la remera: "Si no es un chiste, te cago a trompadas". Qué tolerante. Igual, no me asusté. Primero, porque estaba un poco borracho; segundo, porque si su fuerza física era tanta como su honestidad intelectual y su altura moral, seguro lo trompeaba por afano.

sábado, 16 de octubre de 2010

Plegarias atendidas

Se experimenta una de las mayores ignominias del menemismo al recordar

la promesa de María Julia de que el Riachuelo iba a estar limpio en 1000 días.

Tengo una pregunta, cortita y al pie:

¿Qué diferencia existe entre eso y el tren bala?

(Y la yapa, ya que estamos con los transportes: el boleto electrónico para trenes, subtes y colectivos.)

Lo estoy preguntando en serio, tan en serio como lo absurdo de la situación me lo permite.

Espero respuestas de quien quiera darlas pero, especialmente, de los partisanos kirchneristas.

martes, 12 de octubre de 2010

La mentira de los noventa (I)

En la última revista Noticias (tiene a Lanata en la tapa) hay una nota titulada "Más ganan, más critican" (no está en Internet, por ahora, o yo no la encontré) en la que se exponen los índices de rentabilidad de los "empresarios nacionales" y sus críticas al gobierno. La lista incluye más o menos a los de siempe (Jorge Brito, Paolo Rocca, etc.). ¿Los índices? Bastante bien: 45%, 40%, todos por ahí. O sea, invierto cien, me llevo ciento cuarenta y cinco: gané cuarenta y cinco. ¿Bastante bien? Más o menos. La UIA y cía. están críticos. Entre otras cosas (y acá coinciden con El Campo) piden que se ajuste el tipo de cambio -para arriba, obvio-.
La última vez que intercambié opiniones con un militante del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST, para los del palo; es el de Vilma Ripoll), el tipo me hizo una observación enfervorizada (como acostumbran): la devaluación, que a esta altura ya alcanzaba el 400% respecto de comienzos del 2002, sumada a la inflación (¡sí! ¡existe!), fenómeno que había que pensar en conjunto, según dijo, se estaba comiendo el sueldo de los trabajadores.
Si ser de izquierda o derecha depende de la posición relativa de los actores políticos en un determinado momento, me parece obvio qué significa -en política monetaria, al menos- ser de izquierda hoy.

domingo, 10 de octubre de 2010

Psicología de las masas y análisis del show

Hoy vi en un programa del Canal 26 una mesa de diálogo de la que participaba la madre de Diego Rodríguez. ¿Quién era Diego Rodriguez? Un modelo de 28 años que estaba llegando a la casa de su novia cuando un asaltante le dio un balazo en la cabeza, al resistirse a entregar la camioneta que conducía. La madre hablaba, convocaba a una marcha, llamaba a la solidaridad del pueblo argentino. En fin, con toda la razón de una madre a quien le han quitado un hijo, esta mujer levantaba las banderas de siempre. “Nos están matando”, “basta a la inseguridad”, etc.

Hace un par de semanas escribí una columnita que decía que la importancia de la inseguridad era la de ser un fenómeno revelador de los problemas estructurales que la fantasía kirchnerista del consumo muchas veces nos permite olvidar. Así es: para pensar los problemas de este país no se puede ni se debe negar la inseguridad. Sin embargo, la necesidad de hablar de la inseguridad no justifica el modo en que efectivamente se habla de ella. De hecho, me siento a escribir esto para decir todo lo contrario: creo que la forma en que los medios abordan la inseguridad es igualmente perjudicial para un pensamiento acerca de los problemas estructurales de la sociedad que la negación sistemática del problema por parte del gobierno.

Los medios abordan el tema de la inseguridad con una modalidad personalizante. No se habla de la inseguridad por las carencias que revela, sino por los efectos de los actos particulares. Con una visión que sólo entiende al fenómeno social como un agregado de fenómenos individuales, levantan un relato de la inseguridad que no reconoce las causas estructurales e históricas de la violencia social, sino que se limita a generar un espectáculo de tragedias familiares acumuladas. No hace falta entrar en la crítica más evidente de que sólo se visibilizan historias trágicas de sujetos hegemónicos (blancos, de clase media, trabajadores): basta con señalar que los medios no analizan el fenómeno de la inseguridad, sino que se encargan de que sus efectos angustiantes lleguen a todos los hogares. Con el ánimo de quien carga la pistola de otro, abordan el problema de la inseguridad difundiendo miles de historias de familias destrozadas. ¿Limitación del periodismo como modo de tratamiento de la información? Tal vez.

Al hablar sobre las políticas norteamericanas contra la amenaza terrorista, Judith Butler sostiene en su libro Vida precaria que el problema de la seguridad nos remite a una angustia fundamental de la condición humana: la fragilidad inherente a la vida humana compartida. Según nuestra amiga Judy, las políticas norteamericanas que se sostienen en la posibilidad de la amenaza terrorista fundan el empoderamiento arbitrario del Estado con un argumento político que apela a la vulnerabilidad latente de la condición humana. Y esto es algo que tenemos que rescatar en una sociedad como la argentina, atravesada por la violencia social y por el aumento de la criminalidad: sí, la inseguridad es un fenómeno de enorme importancia porque revela los problemas estructurales de la sociedad argentina; sí, la inseguridad es un grave problema y es un deber enfrentarlo; pero (y este “pero” es muy grande) no se pueden evitar todas las muertes. Siempre va a haber una madre llorando por su hijo asesinado en la calle, porque el conflicto y la tragedia son una parte fundamental de la condición humana. Si la muerte de Diego Rodríguez fuera el resultado del acto asesino de un psicótico, en vez de ser leído como un síntoma de una problemática social generalizada, ¿tenemos que suponer que la angustia de su madre sería menor?

Lo digo además porque incluso he llegado a escuchar que el problema de la inseguridad revela una falta estructural en las capacidades del Estado argentino, porque la función fundamental del Estado es la de proveer seguridad. Y este argumento es seguramente uno de los más perjudiciales que escuché en todo este tiempo. ¿Por qué? Porque se apela a Thomas Hobbes para pretender que no haya más madres angustiadas, cuando Hobbes fue uno de los primeros en entender que las madres siempre se van a angustiar. Como dice Schmitt, Hobbes es el padre del liberalismo por haber fundado la esfera intocable de la libertad de conciencia, esfera que el resto de la tradición liberal ampliaría con el pasar de los años. La importancia de Hobbes en el pensamiento político no es haber asociado al Estado con la vigilancia, sino precisamente haberse dado cuenta de que el poder político es limitado, de que no llega a todos lados, de que siempre algo queda por fuera de él.

En términos un poco más psicoanalíticos, el problema del tratamiento mediático de la inseguridad es que la presenta como un problema de garantías neuróticas. La eficacia del discurso sobre la inseguridad es que apela a la idea terriblemente angustiante de que en cualquier momento nos pasa a nosotros, y esta idea es nefasta justamente por ser cierta e inevitable, tanto en una sociedad desigual como en una sociedad con una matriz distributiva más justa. Lo perjudicial de este tratamiento personalizante del problema de la inseguridad es que traduce las tragedias individuales en causas para el cuestionamiento de la eficacia del poder político. Que se entienda: la inseguridad, como sostuve antes, es real y grave. El problema es que en vez de criticar al poder político por el fenómeno estructural que la inseguridad entraña, se pone en duda la legitimidad de la autoridad estatal a raíz de la angustia de una madre.

Puede pretenderse que el Estado sea estadísticamente el garante de la seguridad, pero no que sea haga cargo de la tragedia de cada madre. Pretender que así sea significa asignarle al Estado un rol imposible, y legitima al mismo tiempo una acusación sistemática al poder público que no contribuye al fortalecimiento de las instituciones y de la eficacia estatal, sino a la destrucción sistemática del consenso de un gobierno.

viernes, 8 de octubre de 2010

¿Monarquía paulamentaria?

Desde la Unidad Compleja proponemos a Mauricio Macri, que no va a ganar las presidenciales ni en pedo, que motorice un concierto gratuito de McCartney en la 9 de Julio y así pase de ser un chato Jefe de Gobierno a Rey Serenísimo de la Argentina, instituido por movilizaciones espontáneas e irrefrenables de las fuerzas vivas y el campo popular intergeneracional.

jueves, 7 de octubre de 2010

Los Feinmann

No sé otros, pero yo lo escuché varias veces: estarían el Feinmamnn "bueno" y el Feinamnn "malo".
Ya sabemos todos de lo que el Feinmann malo es capaz. Acá por ejemplo pueden ver cómo se peleó con Verón, armando, casi casi, un sketch de los Monty Phyton (la participación de Elio Rossi tampoco tiene desperdicio). Acá, en cambio, se extiende sin vergüenza sobre la educación pública y sus problemas.
Sus declaraciones (como esa vez que dijo, hablando de un delincuente muerto en un tiroteo: "Que Dios me perdones pero... uno menos") mueven alternativamente a la risa o al asco, o a la risa del asco, etcétera. Que el enano de barba candado puede causar risa, nadie lo duda. De que es asqueroso, tampoco.
Del Feinmann bueno, por ser, justamente, el bueno, uno esperaría más. Aunque también es cierto que ser mejor que el Feinmann malo no es tanto mérito. Como sea, y ya que estamos en un blog, vale empezar por acá: el Feinmann bueno dijo en una mesa de la Feria del Libro del 2008 -y la frase después se hizo más o menos famosa- que "cualquier boludo tiene un blog". En esa ocasión no dio nombres (probablemente porque nunca haya leído ninguno), no señaló a los cualesquiera boludos. Pero no deberíamos tomar el mensaje negativamente. Yo creo que el Feinmann bueno en eso fue bueno de verdad y nos estaba dando un mensaje de esperanza. No sólo cualquier boludo puede tener un blog (¿eso quién no lo sabe?). El Feinmann bueno redobla la apuesta, y si no mírenme a mí, parece decir: cualquier boludo puede escribir novelas, cualquier boludo puede ser guionista de cine, cualquier boludo puede tener un programa de filosofía en la tele, cualquier boludo puede escribir en la contratapa de un diario, y así sucesivamente para todos los méritos que el Feinmann bueno pueda endilgarse (no le cuesta mucho).
Lo raro es que de esto me acuerdo por un texto que Feinmann escribió -¡sí!- en un blog. En esta entrada del blog de Eterna Cadencia, la gente de la librería-editorial le pregunta, como suele hacer todas las semanas con otros autores, qué recomienda leer. La sección es agradable, los escritores (que ya fueron muchos y creo que todos mejores que el Feinmann bueno, por cierto) hacen sus recomendaciones y algún comentario elogioso sobre lo que recomiendan. Todo bien, entonces. Hay buena onda. Hasta que llega el Feinmamnn bueno, que no por bueno deja de parecer una tía solterona, vieja, gorda y, sobre todo, muy -pero muy- malcogida (y pido perdón por el lugar común sexista y falocéntrico). Qué dice el Feinamnn bueno, entonces, cuando le preguntan qué recomienda leer. El texto es cortito y no tiene desperdicio (lo pueden leer entero acá).
En realidad, no parece que el Feinmann bueno haya entendido del todo la consigna. La pregunta era "qué recomienda leer", Tía, no "por qué cree que usted es la persona más valiosa del mundo". Y dice "recomienda", no "ordena". Porque acá el Feinmann bueno ordena que hay que leer, como el Feinmamnn malo ordena desde su programa insignificante de cable que los estudiantes levanten las tomas de colegios, que los piqueteros vayan a trabajar y que los policías maten delincuentes.
Lo sorprendente es que el Feinmann bueno parece que se toma más en serio todavía que el Feinamnn malo. O se lee eso que él dice que hay que leer "o se está en el aire". Y después de ordenar leer a Grüner y a Buck-Morss (que yo, mucho más modestamente, sólo recomiendo), ordena leer... ¡su libro sobre el peronismo! Pero aclara: hay que leerlo en contexto, junto con el resto de su obra. O sea, no sólo hay que tragarse su versión del peronismo (que si es tan original como su lectura de Wall Street II, en la que concluye, después de varios párrafos, que Oliver Stone es un burgués capitalista -¡no! ¿posta?-), también hay que tragarse sus novelas, sus mamarrachos sobre Heidegger, en fin, hay que ponerse las pilas y empezar a leer, porque es prolífico el Feinmamnn bueno. Así que tiren a la basura los libros de Daniel James, Sidicaro, Juan Carlos Torre, Portantiero, Di Tella, Peter Waldmann, todas esas huevadas. Hay que leer, primero, el libro del peronismo del Feinamnn bueno.
¿El lector no sabe cuáles son las novelas de Feinmamnn? No importa. Él nos dice. Pero como encima no puede hablar bien de él sin hablar mal de los demás, aprovecha y le tira mierda a Fogwill y a Carlos Gamerro, que vaya uno a saber qué tienen que ver con qué. Ah, sí: pasa que el Feinmann bueno leyó una entrevista que le hicieron a Gamerro en "su" diario Página/12.
¿Y por qué le cae mal Gamerro? Porque una vez le preguntaron por la literatura argentina durante la dictadura y él tuvo el descaro de hablar de Respiración Artificial, de Piglia, y no de las geniales novelas del Feinamnn bueno: Ni el tiro del final (un policial zafable y punto, en el mejor de los casos) y Últimos días de la víctima (ésta me la debo, pero en cualquier momento la busco de saldo: los gustos hay que dárselos en vida).
¿Pero cómo? ¿Nunca escucharon hablar de esas novelas y sí de la de Piglia? ¡Y claro! ¡Es que sus novelas las borró del mapa el "sarlo-alfonsinismo". ¿¿El qué?? Eso, repite el Feinmann bueno: el sarlo-alfonsinismo. Escapa a mi capacidad de comprensión qué será eso. Pero el Feinmann bueno tiene pruebas de que sus novelas son buenas, casi tan buenas como él mismo. ¿Cuáles? Por ejemplo, Ni el tiro del final se hizo película con fondos de Columbia. Qué capo, el Feinmann bueno. Putea a la academia porque no lo lee y para demostrar que lo de él es bueno de verdad, recurre ¿a qué? Sí, a la academia, pero encima norteamericana (¿no eran lo peor de lo peor? Que alguien le avise que Sarlo -a quien supongo fundadora del sarloalfonsinismo- dio clases en varias universidades de Estados Unidos).
Además, aclara, sus novelas son buenas porque hablaban de lo que pasaba en ese momento, sin evasivas. Ok. Más allá de que sea o no un criterio válido éste para hablar de literatura en términos de calidad, hay que avisarle al Feinamnn bueno que Piglia y Sarlo hicieron su parte también durante la dictadura, por ejemplo, organizando grupos de estudio que leían los autores en los que abreva, por decir alguien, Susan Buck-Morss, a la que el Feinmann bueno recomienda treinta años después. De más está decir que eran talleres clandestinos, lecturas prohibidas... en fin.
Para terminar, el Feinmann bueno dice que tal vez lea alguna de las novelas Gamerro (yo le recomiendo, de nuevo modestamente, El secreto y las voces). Por qué no. El tipo es sólido teóricamente, aclara. Menos mal. Gamerro descansa tranquilo.
Me quedé pensando: cuán malo será el Feinmann malo para que el Feinmann al que le decimos "bueno" sea este tipo soberbio, mezquino, rencoroso y mala leche. No sé. El Feinmann malo por lo menos te hace reír a veces de lo bestia que es, éste ni siquiera. Igual, a lo mejor sigue siendo el Feinmann bueno. Eso sí. Lo que es seguro es el Feinmann boludo.

martes, 5 de octubre de 2010

Periodismo dependiente

Página/12 había titulado la nota sobre el fallo de la Corte de esta manera:


La Corte mantuvo la cautelar y frenó la Ley de Medios
En un fallo unánime, la Corte Suprema desestimó el recurso presentado por el Poder Ejecutivo y dejó firme la medida cautelar que frena el artículo 161 de la nueva ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. De esta manera, no entra a correr el plazo para que las empresas de medios se desprendan de las licencias que exceden lo permitido y se posterga el proceso de desconcentración buscado por la nueva norma. El juez que hizo lugar a la medida solicitada por el Grupo Clarín dispondrá ahora de dos años para resolver sobre el fondo de la cuestión.


Una vez que Néstor Kirchner habló en público y dio lugar a la nueva interpretación progobierno del fallo, la noticia cambió a lo siguiente:


La Corte ratificó la constitucionalidad y la vigencia de la Ley de Medios
En un fallo unánime, la Corte Suprema ratificó la “plena” vigencia de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y le pidió al juez federal Edmundo Carbone que defina con “celeridad” sobre la cuestión planteada por el Grupo Clarín acerca del plazo de aplicación del artículo 161, de desmonopolización, que determinó el recurso extraordinario presentado por el Poder Ejecutivo.


Esto lo pueden comprobar fácilmente entrando a la nota de Página/12 (http://www.pagina12.com.ar/diario/ultimas/20-154382-2010-10-05.html) y queriendo postearla en Facebook con la herramienta que aparece abajo para ello. Por algún misterio informático, así tienen acceso al titular y la bajada originales. Extraordinario.


Este es el periodismo de izquierda en la Argentina. Un periodismo que cambia sus noticias en 180º de acuerdo a cada una de las palabras de su referente político. Un periodismo que no tiene el menor empacho en reinterpretar la realidad, sea eso lo que sea, con un descaro dantesco, para acomodarse a sus conveniencias ideológicas.


Mientras este periódico paraestatal y medios estatales (678) defienden incondicionalmente a este gobierno, especialmente por su "política de derechos humanos", algunos pensadores y analistas políticos independientes, como Roberto Gargarella, se preguntan qué está pasando realmente hoy en día con los derechos humanos en la Argentina.


También, aunque usted no lo crea, todavía hay afortunadamente algunos organismos de derechos humanos que han decidido mantener distancia respecto del gobierno.


Recordemos: Julio López está desaparecido y la Presidenta ni siquiera pidió disculpas públicas, Luciano Arruga también, Fernando Carrera fue condenado a 30 años de prisión por una causa armada por la policía, hay un muerto cada 40 horas por abusos policiales.

lunes, 4 de octubre de 2010

Twitter y la militancia

Comparto nota publicada aquí. Algunos párrafos:

Como el historiador Robert Darnton ha escrito, “las maravillas de la tecnología de la comunicación en el presente han producido una falta conciencia sobre el pasado –incluso una sensación de que la comunicación no tiene historia, o nada de importancia digno de ser considerado antes de la era de la televisión e Internet”. Pero hay algo más aquí, en el desproporcionado entusiasmo por las redes sociales. Cincuenta años después de uno de los más extraordinarios episodios del levantamiento social en la historia de los Estados Unidos, parece que olvidamos lo que es el activismo.

(...)

El activismo que enfrenta al statu quo –que ataca problemas de raíces profundas– no es para flojos. El activismo de alto riesgo es un fenómeno de lazos fuertes.
(...)
El tipo de activismo asociado con las redes sociales no tiene nada que ver con esto. Las plataformas de las redes sociales se construyen alrededor de lazos débiles. Twitter es una forma de seguir (o ser seguido por) gente que uno probablemente jamás conoció. Facebook es una herramienta para organizar eficientemente a los conocidos, para estar al tanto de las vidas de gente que, de otra manera, uno no estaría en contacto. Por eso uno puede tener mil amigos en Facebook, cosa que nunca pasa en la vida real.

(...)

Las redes sociales hacen que sea más fácil para los activistas expresarse, y más difícil que esa expresión tenga un impacto. Los instrumentos de las redes sociales están muy bien preparados para hacer que el orden social existente sea más eficaz. No son un enemigo natural del statu quo.

sábado, 25 de septiembre de 2010

La fábrica de aforismos

A mí me gustan las oraciones largas. Las oraciones que incluyen proposiciones incluidas, las oraciones inundadas de construcciones verboidales, las que generalmente se adornan con adverbios y suelen durar más de un renglón.

No tengo nada contra lo breve, nada contra el poder de síntesis, nada contra los haikus o las canciones de dos minutos. Pero no uso ni leo Twitter. Es más: creo que hay algo que está mal con Twitter. Creo que Twitter generaliza hasta niveles absurdos la lógica del anuncio.
Anuncios pueden ser los de un gobernante o los de una publicidad. Los de un gobernante suelen venir envueltos en alocuciones que duran sus buenos minutos, o en largos rollos de pergamino que un mensajero proclama a viva voz en la plaza del pueblo. Los de Twitter no se parecen a esos. Twitter funciona como la publicidad, en la que se paga por segundo o por centímetro. El mandato es ser breve y reaccionar rápido.

Twitter no sirve. O sirve sólo para contar chistes y ofrecer adelantos de un libro de José Narosky. Uno a veces se ilusiona, como cuando ve que gracias a Twitter pueden leerse ideas como esta:

¿Michetti propone el trabajo infantil para solucionar lo que el Gobierno porteño no puede?.


Pero la dirigencia que se toma a sí misma en serio debería abstenerse. ¿Cómo debatir sobre matrimonio igualitario vía Twitter? ¿Cómo hacerlo sobre retenciones móviles, coparticipación federal, situación penitenciaria o fallos estructurales de la Corte?

Dirán: Twitter democratiza la comunicación, acerca la dirigencia a "la gente". Twitter, respondo, obtura los debates, y reduce la deliberación política a intervenciones como las que han hecho populares a Aníbal Fernández, Luis Juez o Elisa Carrió.

No hay medio que sea más el mensaje que Twitter. No sólo los comentarios ("tweets") toman su nombre del medio mismo. La limitación que impone es casi censura: ni un espacio más que los 140 caracteres. Si las palabras deben mutilarse, que así sea. Todo vale con tal de adaptarse al medio. No se acepta ninguna idea que no pueda destruirse por debajo de su mínima expresión.
Y el mecanismo de escritura a repetición trivializa lo poco que sí puede decirse en 140 caracteres. ¿Qué hubiese sido de frases como "I have nothing to offer but blood, toil, tears and sweat" o "Yo soy el camino, la verdad y la vida", de haber sido twitteadas?

Como epílogo, propongo un juego. Invito a los comentaristas a hacer el experimento de expresar en 140 caracteres las ideas fundamentales de textos famosos por su contundencia y brevedad, como la carta de Russell a Frege, el Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política de Marx, el ensayo sobre la negación de Freud, la Carta sobre la novela de Schlegel o el poema de Parménides.