domingo, 10 de octubre de 2010

Psicología de las masas y análisis del show

Hoy vi en un programa del Canal 26 una mesa de diálogo de la que participaba la madre de Diego Rodríguez. ¿Quién era Diego Rodriguez? Un modelo de 28 años que estaba llegando a la casa de su novia cuando un asaltante le dio un balazo en la cabeza, al resistirse a entregar la camioneta que conducía. La madre hablaba, convocaba a una marcha, llamaba a la solidaridad del pueblo argentino. En fin, con toda la razón de una madre a quien le han quitado un hijo, esta mujer levantaba las banderas de siempre. “Nos están matando”, “basta a la inseguridad”, etc.

Hace un par de semanas escribí una columnita que decía que la importancia de la inseguridad era la de ser un fenómeno revelador de los problemas estructurales que la fantasía kirchnerista del consumo muchas veces nos permite olvidar. Así es: para pensar los problemas de este país no se puede ni se debe negar la inseguridad. Sin embargo, la necesidad de hablar de la inseguridad no justifica el modo en que efectivamente se habla de ella. De hecho, me siento a escribir esto para decir todo lo contrario: creo que la forma en que los medios abordan la inseguridad es igualmente perjudicial para un pensamiento acerca de los problemas estructurales de la sociedad que la negación sistemática del problema por parte del gobierno.

Los medios abordan el tema de la inseguridad con una modalidad personalizante. No se habla de la inseguridad por las carencias que revela, sino por los efectos de los actos particulares. Con una visión que sólo entiende al fenómeno social como un agregado de fenómenos individuales, levantan un relato de la inseguridad que no reconoce las causas estructurales e históricas de la violencia social, sino que se limita a generar un espectáculo de tragedias familiares acumuladas. No hace falta entrar en la crítica más evidente de que sólo se visibilizan historias trágicas de sujetos hegemónicos (blancos, de clase media, trabajadores): basta con señalar que los medios no analizan el fenómeno de la inseguridad, sino que se encargan de que sus efectos angustiantes lleguen a todos los hogares. Con el ánimo de quien carga la pistola de otro, abordan el problema de la inseguridad difundiendo miles de historias de familias destrozadas. ¿Limitación del periodismo como modo de tratamiento de la información? Tal vez.

Al hablar sobre las políticas norteamericanas contra la amenaza terrorista, Judith Butler sostiene en su libro Vida precaria que el problema de la seguridad nos remite a una angustia fundamental de la condición humana: la fragilidad inherente a la vida humana compartida. Según nuestra amiga Judy, las políticas norteamericanas que se sostienen en la posibilidad de la amenaza terrorista fundan el empoderamiento arbitrario del Estado con un argumento político que apela a la vulnerabilidad latente de la condición humana. Y esto es algo que tenemos que rescatar en una sociedad como la argentina, atravesada por la violencia social y por el aumento de la criminalidad: sí, la inseguridad es un fenómeno de enorme importancia porque revela los problemas estructurales de la sociedad argentina; sí, la inseguridad es un grave problema y es un deber enfrentarlo; pero (y este “pero” es muy grande) no se pueden evitar todas las muertes. Siempre va a haber una madre llorando por su hijo asesinado en la calle, porque el conflicto y la tragedia son una parte fundamental de la condición humana. Si la muerte de Diego Rodríguez fuera el resultado del acto asesino de un psicótico, en vez de ser leído como un síntoma de una problemática social generalizada, ¿tenemos que suponer que la angustia de su madre sería menor?

Lo digo además porque incluso he llegado a escuchar que el problema de la inseguridad revela una falta estructural en las capacidades del Estado argentino, porque la función fundamental del Estado es la de proveer seguridad. Y este argumento es seguramente uno de los más perjudiciales que escuché en todo este tiempo. ¿Por qué? Porque se apela a Thomas Hobbes para pretender que no haya más madres angustiadas, cuando Hobbes fue uno de los primeros en entender que las madres siempre se van a angustiar. Como dice Schmitt, Hobbes es el padre del liberalismo por haber fundado la esfera intocable de la libertad de conciencia, esfera que el resto de la tradición liberal ampliaría con el pasar de los años. La importancia de Hobbes en el pensamiento político no es haber asociado al Estado con la vigilancia, sino precisamente haberse dado cuenta de que el poder político es limitado, de que no llega a todos lados, de que siempre algo queda por fuera de él.

En términos un poco más psicoanalíticos, el problema del tratamiento mediático de la inseguridad es que la presenta como un problema de garantías neuróticas. La eficacia del discurso sobre la inseguridad es que apela a la idea terriblemente angustiante de que en cualquier momento nos pasa a nosotros, y esta idea es nefasta justamente por ser cierta e inevitable, tanto en una sociedad desigual como en una sociedad con una matriz distributiva más justa. Lo perjudicial de este tratamiento personalizante del problema de la inseguridad es que traduce las tragedias individuales en causas para el cuestionamiento de la eficacia del poder político. Que se entienda: la inseguridad, como sostuve antes, es real y grave. El problema es que en vez de criticar al poder político por el fenómeno estructural que la inseguridad entraña, se pone en duda la legitimidad de la autoridad estatal a raíz de la angustia de una madre.

Puede pretenderse que el Estado sea estadísticamente el garante de la seguridad, pero no que sea haga cargo de la tragedia de cada madre. Pretender que así sea significa asignarle al Estado un rol imposible, y legitima al mismo tiempo una acusación sistemática al poder público que no contribuye al fortalecimiento de las instituciones y de la eficacia estatal, sino a la destrucción sistemática del consenso de un gobierno.

9 comentarios:

  1. Mustard, yerras, dices:

    "Y este argumento es seguramente uno de los más perjudiciales que escuché en todo este tiempo. ¿Por qué? Porque se apela a Thomas Hobbes para pretender que no haya más madres angustiadas, cuando Hobbes fue uno de los primeros en entender que las madres siempre se van a angustiar".

    ¿Cómo podría un argumento de análisis político, institucional, sociológico volverse perjudicial por apelar con incomprensión a Thomas Hobbes? Cuando mucha gente desde el llano dice que el Estado no los está protegiendo, no creo que esté pensando en Thomas Hobbes. Y aun cuando lo estuviera haciendo, el hecho de que Hobbes además defendiera la conciencia individual y el "derecho" de esa madre a llorar a su hijo muerto no quita que el reclamo sea válido. No son dos cosas contrapuestas. No entiendo el uso de "perjudicial" en este contexto.

    Planteás las cosas como si la gente pretendiera que no hubiera un solo asesinato más; por un lado, como si, por ejemplo, el asesinato de Marcenac en Cabildo, perpretrado por un loco, se hubiera enmarcado en el problema de la inseguridad; por el otro, como si de haber sido cometido por un ladrón pero hubiera sido el primero del año, el reclamo hubiera suscitado las mismas adhesiones que suscita el de Matías Berardi. Y no es el caso. La gente no hace eso: la queja por la inseguridad se da por acumulación, por la acumulación de delitos que delata la incapacidad del Estado. Si hubiera 10 muertos por año en lugar de los que seguramente haya, no habría estos reclamos y nadie pensaría en Hobbes.

    Por otro lado, el hecho de que la gente le reclame al Estado y se sienta desprotegida y lo acuse hace todo lo contrario de restarle legitimidad. Más bien, le da toda la que necesita: le dice "nosotros confiamos en vos, Estado, aun hoy, por eso te pedimos a vos que nos protejas con marchas en lugar de salir con pistolas o garrotes". Se está discutiendo al Gobierno, no al Estado, y justamente en los términos de las expectativas que los ciudadanos tienen respecto de sus gobernantes, que son quienes responden de la cumplimentación de esas expectativas. Y, repito, esa cumplimentación es estadística, y si bien cada madre a la que le maten un hijo va a sentir todo el dolor del mundo, no sería lo mismo que la cantidad de madres dolientes se redujera al 10% de lo que es hoy.

    O sea, lo que no entiendo es de dónde sacás la idea de que la gente no pretende una garantía estadística de la seguridad, sino absoluta. ¿Quién es tu interlocutor?

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  2. Mi interlocutor no es un sujeto específico (aunque podría ser usted, señor Gelly, que me dijo en una conversación personal hace muy poco que la tarea fundamental del Estado es la de proveer seguridad a la población).

    No sé quien es mi interlocutor, pero sí tengo un referente: la estrategia narrativa sobre la inseguridad. Esta estrategia se reduce a un cúmulo de historias trágicas que muy pocas veces da una evidencia en términos porcentuales sobre los hechos de inseguridad. Efectivamente, a veces aparecen tasas y porcentajes, pero la eficacia del discurso mediático no se basa en la evidencia estadística, sino en los efectos simbólicos de mostrar madres llorando en la televisión. Aunque los asesinatos se redujeran en un 50%, los medios de comunicación podrían de todos modos mostrar todos los días a una madre llorando y el relato sería el mismo.

    Por otro lado, en cuanto a la referencia a Hobbes: yo nunca dije que el reclamo no sea válido. De hecho, señor Gelly, en ningún momento hablé de los reclamos más que diciendo que son válidos viniendo de madres que lloran a sus hijos. Mi artículo es acerca del tratamiento mediático de la inseguridad, no acerca del fenómeno objetivo del aumento del delito ni acerca de los reclamos. E insisto: mientras el tratamiento se siga enfocando en las tragedias individuales recurriendo al argumento hobbesiano, estamos en el horno, porque siempre va a haber muertes para llorar.

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  3. Es obvio que la tarea fundamental del Estado es esa. ¿Cuál sería si no? Reconocer esto no les resta importancia a las otras obligaciones del Estado. Y sigo sin entender por qué tener esto muy presente sería finalmente perjudicial a la causa de la seguridad (causa en sentido de cruzada).

    No sé si el relato sería el mismo de bajar la inseguridad, aunque es posible. Como es absolutamente contrafáctico, no me interesa discutirlo.

    Por otro lado, se puede hacer foco en el tema de la seguridad como responsabilidad del Estado sin referirse específicamente a Hobbes. O se lo puede hacer exactamente como vos decís: haciendo la salvedad de que tragedias y madres doliente siempre va a haber. Sos el mejor contribuyente que la teoría hobbesista de la seguridad podría pedir.

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  5. Evidentemente estoy hablando con un interlocutor mucho más miope de lo que creía. Dice:

    "Es obvio que la tarea fundamental del Estado es esa. ¿Cuál sería si no?"

    Bueno, creo que podemos citar toda una biblioteca que va desde Babeuf hasta Ranciere, pasando por Wallerstein, para pensar que la tarea fundamental del Estado no es la de proveer seguridad. Pero no tenemos tiempo para suplir las carencias de Gelly en materia de filosofía política occidental, así que mejor nos quedamos con lo que dice la letra de la ley. Ponele que la tarea del Estado sea la de proveer la seguridad. Punto para Gelly.

    Dije:

    "creo que la forma en que los medios abordan la inseguridad es igualmente perjudicial para un pensamiento acerca de los problemas estructurales de la sociedad que la negación por parte del gobierno".

    No dije que el relato de la inseguridad sea perjudicial a la causa de la inseguridad, dije que es perjudicial a los problemas estructurales de la sociedad que provocan esta inseguridad. La inseguridad es un síntoma de esos problemas, y a la hora de abordar la estructura de la sociedad argentina y sus falencias, concentrarnos en la tragedia de las madres y no en (por ejemplo) la desigualdad y la historia de violencia que recorre el siglo XX argentino resulta igual de perjudicial para resolver las faltas estructurales de la sociedad que negar la inseguridad. Creo que la reducción del fenómeno a las tragedias familiares y la miopía del gobierno son igual de perjudiciales para resolver los problemas estructurales que causan la inseguridad. La primera ha llevado a la policialización de la seguridad, la segunda ha llevado al incremento impune del delito. Ninguna de las dos visiones se encarga se resolver el problema de fondo: la desigualdad.

    Segundo punto: el relato sería el mismo de bajar la inseguridad por varias razones, entre ellas porque el relato de la inseguridad no obedece a un aumento del delito sino a conflictos dentro de la clase dominante. Los medios hablan de la inseguridad ahora, pero no hablaban de eso hace 4 años, cuando sucedía lo mismo. O al menos no hablaban así. De modo que no quiero discutir un contrafácito, sino hacer notar que el relato mediático obedece a otras causas. El problema no son las muertes, el problema es la estrategia narrativa.

    Por supuesto que se puede hacer foco en el tema de la inseguridad sin hacer referencia a Hobbes, yo no dije que no. Y ojalá se hiciera un foco como lo hago yo, haciendo la salvedad de que siempre va a haber tragedias. Si así fuera, yo no habría escrito este texto. Pero no se hace así: se hace poniendo todo el foco en alimentar la neurosis de que en cualquier momento le pegan un tiro al hijo de uno. Y así no se puede vivir, así que el discurso funciona.

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  6. (Perdón por la desprolijidad de haber borrado el comentario anterior, pero me había salido con faltas producto de que estoy usando una laptop y muevo el mouse sin querer)

    (Gelly puto)

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  7. Hace tiempo que vengo pensando que hace falta una fuerte tarea de autocrítica, autocensura y autoregulación en la manera que los medios tratan el tema de la inseguridad.

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  8. Hay algo de todo esto que, me parece, todavía más dramático. Dado que algunos medios se ocupan de difundir estadísticas de consultoras privadas sobre cuánto ha subido la cantidad de robos, etc., pasando por famosos en la televisión diciendo que no se puede salir a la calle, y llegando, finalmente, a los que directamente abogan por la pena de muerte, por un lado; y por el otro, un gobierno que ha desmentido (salvo una vez hace poco), todo lo que dicen los medios, en materia de inseguridad: ¿es posible hablar con certidumbre, o al menos aproximándose a ella, sobre inseguridad? Porque es obvio que la cantidad, en este tipo de asuntos, es relevante. Creo que, nuevamente, el debate se instala en un marco de dos posiciones encontradas y no sintetizables.
    Tal vez, en vez de escuchar al gobierno o ver la televisión, cada uno tenga que preguntarse si en los últimos tiempos le robaron, si más que antes, etc. y llegar a sus propias conclusiones.
    En mi opinión, hoy es la inseguridad el lugar común de la clase media que, sin criticismo, ni pudor, se entrega relajadamente a charlas de ascensores (lo cual no quita que sí existan robos, etc).

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  9. Como dije antes, yo considero que la inseguridad existe y es grave. Y es más grave todavía que se haga caso omiso de su aumento, como si no significara nada, cuando es un síntoma de la desigualdad estructural de este país.

    En relación a la certidumbre, probablemente tengamos que aceptar que los estadísticos están sometidos a intereses políticos, de modo que hay que intentar leer la información que se difunde sin confiar ciegamente en lo que se lee. De todos modos, creo que podemos acordar en la inseguridad es un tema que tiene que estar en la agenda de cualquier proyecto político que intente atender los problemas más urgentes del país, precisamente porque atraviesa de una forma u otra a todos los sectores de la sociedad, desde los desclasados a las clases propietarias más poderosas. Y, por tanto, para cualquier grupo dirigente que quiera presentarse como representante de los intereses de la sociedad en su conjunto, es preciso aceptar el problema y atenderlo.

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